Comenzó la extinción
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ACADEMIA | 3 de marzo de 2022 • 15
Conservar los ambientes
naturales evitaría
afectaciones a los seres
humanos e impediría que
enfermedades emergentes,
como la Covid-19, recaigan
en nosotros
do atentos a esa parte y buscando recursos
y colaboraciones internacionales con esa
meta”, destaca el académico universitario.
Una dependencia fundamental –añade
–es la Comisión Nacional de Áreas
Naturales Protegidas que suma más de 183
zonas donde se preservan los ecosistemas,
la flora y la fauna. También desarrolla
los llamados programas de acción para
la conservación y en colaboración con
académicos se seleccionan las que están
en mayor peligro para rescatarlas.
Ese fue el caso del cóndor de California,
en cooperación con Estados Unidos,
programa que ha sido exitoso a partir de
1999, o el del lobo mexicano, que inició
en 2007 y ha permitido la liberación de
ejemplares en su estado natural desde 2011.
Este año, el lema de la conmemoración
por el Día Mundial de la Vida Silvestre es
“Recuperar a las especies clave para la
restauración de los ecosistemas”, porque
tienen relación con otras, por ejemplo, los
murciélagos son polinizadores de plantas
y controladores de insectos, sin ellos se
formarían plagas. También se les conoce
como especies “sombrilla”. Si se protege al
jaguar, otros organismos también gozarán
de una zona bien conservada.
José Juan Flores estima que se deben
impulsar más programas de preservación
a nivel nacional, estatal y comunitario.
La divulgación científica es importante
en ese sentido, no sólo el 3 de marzo,
sino todos los días, a largo plazo y en los
diversos sectores.
Poner precio a la vida de un animal o
al deterioro de la flora sería ilógico; sin
embargo, es necesario mejorar e implementar
políticas públicas que protejan a
la flora y fauna de nuestro país. O en su
momento aplicar sanciones económicas
para la gente que daña la naturaleza, quienes
cazan, talan o trafican especies. “Esa
parte debe ser más rigurosa, las multas
deben ser más severas”, considera.
El científico recalca que la conservación,
además de ser tarea de los académicos
o de las autoridades, es de la sociedad.
“No podemos deslindar a alguien que no
sea biólogo o conservacionista, debemos
sumarnos. Debemos empujar programas
de divulgación científica para que la gente
sepa que al talar bosques o selvas o
consumir especies silvestres, hace mal”.
Los programas de educación ambiental
a nivel local, comunitario, estatal y
nacional son importantes; sin embargo,
hay poca difusión y se necesita más
apoyo. Es relevante que sepamos que, al
dañar el ambiente, nos ocasionamos un
grave deterioro porque los ecosistemas
proporcionan servicios ecosistémicos
ambientales como la disponibilidad de
agua y aire limpio, y la protección contra
enfermedades emergentes, subraya.
Hay que sumar esfuerzos entre las
partes: instituciones de gobierno, academia
y sociedad. Es un compromiso que
debemos atender en conjunto, alerta José
Juan Flores.
El Día Mundial de la Vida Silvestre,
establece la ONU, nos brinda la ocasión
de celebrar la belleza y la variedad de la
flora y la fauna salvajes, así como crear
conciencia acerca de la multitud de beneficios
que la conservación de estas formas
de vida tiene para la humanidad.
Este día también nos recuerda la necesidad
urgente de combatir los delitos
contra el medio ambiente y la disminución
de especies causada por la actividad
humana, que acarrean consecuencias
negativas de gran alcance en el ámbito
económico, medioambiental y social,
según el organismo internacional.
Es necesario mejorar e implementar políticas públicas que
protejan a la flora y fauna de nuestro país. O en su momento aplicar
sanciones económicas para la gente que daña la naturaleza, quienes
cazan, talan o trafican especies”
José Juan Flores Martínez
Académico del Instituto de Biología
¿Aún estamos a tiempo?
Para el especialista en Ecología de la conservación,
estamos a tiempo de rescatar
especies como el oso negro, el ajolote, la
tortuga caguama, la guacamaya o el zacatuche,
mediante acuerdos nacionales e
internacionales al participar en reuniones
de CITES, como lo hacen los académicos
mexicanos, mediante el impulso a la legislación
y al apoyar a las instituciones
de investigación.