El inventor de juegos
Soy el hijo de un triste jardineroque ayer murió entre ramas de jacintosin encontrar el último sendero,sin hallarle salida al laberinto.Pero a mí, sin embargo, no me importanlos neblinosos cruces de caminosni me asustan las rutas que se cortan.Para mis adversarios zyledinoshabré de hacer un juego tan profundoque no sabrán si es de noche o de díay cuyo secreto abarque todo el mundo.No irán solos, sino en mi Compañía.—¿Morodian sueña en verso? —preguntó Iván.—No, lo que pasa es que Quinterión se la da de rimador. ¿Pero cómo puedo sabersi el escriba respeta el pensamiento de Morodian? Arsenio, el expulsado, era igual.Prefiero a Razum, que no agrega nada de su cosecha, salvo lo indispensable parahacer inteligibles los sueños.Gabler volvió a mirar la página.—Le ha tocado un tema de verdad difícil…—¿A mí?—Este juego será su primera tarea. Morodian tiene mucha confianza en usted: esel último heredero de la familia más prestigiosa de… La ciudad que ya sabemos yademás ha ganado aquel concurso, en los tiempos en que la Compañía estaba a bordodel Trasatlántico Napoleón. ¡Los mejores tiempos, según dicen! Yo todavía no estabaentre ellos…—Pero aquí habla de la enemistad de Morodian con Zyl. Y yo todavía pertenezcoa Zyl…—Ya se lo dije: no pronuncie ese nombre mientras esté entre estas paredes. Hayque decir: la Ciudad de los Juegos, o mejor aún, no decir nada. En cuanto al tema, nohace falta ser fiel a todos los detalles, que seguramente fueron inventados por nuestrofalso poeta. Lo que importa es conservar la idea del laberinto…—Entre tantos juegos, ya habrán hecho alguno con laberintos. Con un juego así,Morodian participó en el concurso de… —Iván evitó pronunciar el nombre de laciudad.—Hicimos cientos de laberintos. Todo fue a parar al basurero. Nada conforma aMorodian. De todos los temas posibles, a usted le ha tocado el peor. Pero si hace algobueno, aunque el juego termine en los conductos de la basura, tal vez Morodianacceda a mostrarle su última obra: La vida de Iván Dragó.ebookelo.com - Página 98
—Pero yo tengo derecho a que me lo muestre ahora mismo. Usó mi nombre y mivida sin permiso.—¿Sin permiso? ¿Qué significa la palabra permiso? Me temo que no figura en eldiccionario de Morodian. Además, el juego todavía no está listo. Los que formamosla plana mayor de la Compañía tenemos hoy una reunión con Morodian, para avanzarhacia una versión definitiva.—Yo mismo voy a buscar el juego. No debe estar muy lejos —dijo Iván,desafiante.El ingeniero tomó a Iván del brazo y lo llevó fuera de la sala.—Este mundo parece inofensivo. Dibujantes, escribas, ingenieros. Pero Morodiancuenta con otro departamento técnico: los ejecutores. Los trabajos sucios se losencarga a ellos.—Hasta ahora no vi ninguno.—Están escondidos. Cuando suena la alarma, aparecen.—¿Cómo puedo reconocerlos?—Camisa negra, y el emblema de la Compañía aquí, a la altura del corazón. Perono tienen corazón. Morodian se ocupa de muchos negocios, y él nunca espera laayuda de la suerte. Se cubre de posibles riesgos. Quien fabrica dados no confía en losdados.Iván sintió de pronto un gran cansancio.—Ahora quisiera dejar todo y volver a Zyl.Esta vez el nombre de la ciudad no molestó a Gabler.—A veces también yo sueño con volver. Pero ¿cómo me recibirían? Como untraidor. No tengo más remedio que seguir aquí. Soy un soldado de Morodian.ebookelo.com - Página 99
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—Pero yo tengo derecho a que me lo muestre ahora mismo. Usó mi nombre y mi
vida sin permiso.
—¿Sin permiso? ¿Qué significa la palabra permiso? Me temo que no figura en el
diccionario de Morodian. Además, el juego todavía no está listo. Los que formamos
la plana mayor de la Compañía tenemos hoy una reunión con Morodian, para avanzar
hacia una versión definitiva.
—Yo mismo voy a buscar el juego. No debe estar muy lejos —dijo Iván,
desafiante.
El ingeniero tomó a Iván del brazo y lo llevó fuera de la sala.
—Este mundo parece inofensivo. Dibujantes, escribas, ingenieros. Pero Morodian
cuenta con otro departamento técnico: los ejecutores. Los trabajos sucios se los
encarga a ellos.
—Hasta ahora no vi ninguno.
—Están escondidos. Cuando suena la alarma, aparecen.
—¿Cómo puedo reconocerlos?
—Camisa negra, y el emblema de la Compañía aquí, a la altura del corazón. Pero
no tienen corazón. Morodian se ocupa de muchos negocios, y él nunca espera la
ayuda de la suerte. Se cubre de posibles riesgos. Quien fabrica dados no confía en los
dados.
Iván sintió de pronto un gran cansancio.
—Ahora quisiera dejar todo y volver a Zyl.
Esta vez el nombre de la ciudad no molestó a Gabler.
—A veces también yo sueño con volver. Pero ¿cómo me recibirían? Como un
traidor. No tengo más remedio que seguir aquí. Soy un soldado de Morodian.
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