El inventor de juegos

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EL CUARTO DE IVÁNHabían regresado a la biblioteca. El escarabajo verde guardó sus patas entre suspáginas y aceptó volver a su sueño, en espera de algún nuevo lectorimprudente. El falso Iván respiró con tranquilidad al ver al libro en su lugar correcto.—No hay nada que moleste más a Morodian que los libros fuera de sitio. Habíaun dibujante, Reynal, que se pasaba las tardes en la biblioteca, sacando un libro deaquí, otro de allá. Siempre se le escapaba alguno. Una vez saltó una enciclopedia porla ventana. Morodian se enojó terriblemente. No volvimos a saber nada del libro.—¿Y qué le pasó al dibujante?—De Reynal tampoco volvimos a saber nada.Iván iba a tomar un nuevo libro, pero prefirió dejar las cosas como estaban.—Para permanecer en la Compañía es imprescindible que tengas una ocupación.Está prohibido ir de aquí para allá.Iván bostezó. Todo el cansancio del día se le vino encima.—Una vez que haya dormido unas horas, puedo ponerme a trabajar. Ya es tardepara volver a la casa de mi tía. ¿Dónde puedo dormir?—Aquí, sobre los libros, basta con poner algunos sobre el suelo. Los de abajo sonlos menos peligrosos. —El falso Iván dio un largo bostezo—. Ahora me tengo que ir.Hace tiempo que terminó mi horario de trabajo.—Tendría que llamar a mi tía. Debe estar preocupada…—Ya se han hecho todas las llamadas necesarias.Iván se quedó solo, feliz de librarse del otro.Antes de dormir necesitaba ir al baño. En su largo recorrido en busca del libro nohabía visto ninguna señal de un baño en los alrededores. Pero ahora era tanto elsilencio que una canilla que goteaba lo guio hasta el fondo de un pasillo.Abrió la canilla y bebió tanta agua como pudo. En el baño había una ventana porla que se veía el parque, con sus juegos mecánicos abandonados, y las oscurashabitaciones que, según el falso Iván, era reconstrucciones de su vida.—Si lo que dijo es cierto, entonces allí abajo está mi cuarto y mi cama. Noimporta que no sean los verdaderos.Bajó por las escaleras hasta una puerta de metal y salió a la intemperie. Hacíamucho frío y se puso a temblar.Los grandes juegos mecánicos yacían a medio desarmar bajo la luz de la luna.Iván se acercó a la tienda de los patos y vio que había sido reconstruida con tantocuidado que aún los premios eran los mismos que recordaba: un auto, una lancha delatón, un Batman, un mamut. Tomó la escopeta como para disparar, pero la dejó en susitio.Cerca del puesto de tiro, había una tienda con un cartel luminoso donde se leía:ebookelo.com - Página 92

La habitación de Iván Dragó.La puerta estaba cerrada, pero la ventana cedió. El cuarto tenía ese frío húmedode las casas que no han sido habitadas en mucho tiempo. Al mirar el cubrecama —barcos y anclas— y el orden de las cosas, se dio cuenta de que habían reconstruido suhabitación tal como era cuando él tenía siete años. Reconoció algunos objetos quehabía creído perdidos. Cada cosa de su vida pasada encontraba allí su réplica exacta.Era el cuarto que tenía antes de que participara en el concurso de la Compañía delos Juegos Profundos, antes de que sus padres viajaran en globo y se extraviaran. Erasu cuarto tal como estaba antes de que todo empezara a suceder. No podía llorar,porque era una tristeza tan extraña que no había lágrimas que le correspondieran.Se sacó los zapatos y sin desvestirse se metió en la cama. Más tarde consultaría aMorodian, y le preguntaría todo lo que debía preguntarle. Pero, mientras tanto, adormir. Sin ningún escriba que anotara sus sueños.ebookelo.com - Página 93

La habitación de Iván Dragó.

La puerta estaba cerrada, pero la ventana cedió. El cuarto tenía ese frío húmedo

de las casas que no han sido habitadas en mucho tiempo. Al mirar el cubrecama —

barcos y anclas— y el orden de las cosas, se dio cuenta de que habían reconstruido su

habitación tal como era cuando él tenía siete años. Reconoció algunos objetos que

había creído perdidos. Cada cosa de su vida pasada encontraba allí su réplica exacta.

Era el cuarto que tenía antes de que participara en el concurso de la Compañía de

los Juegos Profundos, antes de que sus padres viajaran en globo y se extraviaran. Era

su cuarto tal como estaba antes de que todo empezara a suceder. No podía llorar,

porque era una tristeza tan extraña que no había lágrimas que le correspondieran.

Se sacó los zapatos y sin desvestirse se metió en la cama. Más tarde consultaría a

Morodian, y le preguntaría todo lo que debía preguntarle. Pero, mientras tanto, a

dormir. Sin ningún escriba que anotara sus sueños.

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