El inventor de juegos

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—Será mejor que vayas a buscarlo —dijo el falso Iván—. Ahora el nombre deljuego es Pesadilla.ebookelo.com - Página 88

LA HABITACIÓN DE LOS SUEÑOSIván corrió hasta el fondo del pasillo y llegó a ver al escarabajo que se perdía en unrecodo. Más veloz que el libro, lo alcanzó antes de que cayera por la escalera. Elmecanismo del libro parecía estar a punto de agotarse, las patas del escarabajo semovían con lentitud y un rumor a engranaje oxidado se dejaba oír a través de laportada. No dejaba de ser un milagro que aquel libro se moviera, pero ahora era unmilagro cansado. Cuando Iván estiró la mano para tomarlo, el libro, como si hubieraencontrado una solución a su problema en alguna de sus muchas páginas, rodóescaleras abajo y se perdió de vista.El falso Iván estaba junto a él.—¿Me estás siguiendo? —preguntó Iván.—Quiero ver cómo actúa el verdadero Iván Dragó. Me sirve para comparar hastaqué punto soy fiel al modelo. La verdad es que estoy un poco decepcionado.—¿Qué esperabas?—Cuando yo hago de Iván Dragó, pongo más fuerza, más expresión. Porejemplo, recién, en la escena del escarabajo, me hubiera tirado por las escaleras.—No es mala idea —dijo Iván, y le dio un leve empujón.El falso Iván, que era bastante torpe, estuvo a punto de caer rodando. Bajó losescalones a zancadas y terminó sentado en el piso. Pero estaba menos preocupado porla caída que por el libro. Miró con alarma el camino que había tomado el escarabajoverde.—Lo que me temía —dijo—. El libro acaba de entrar en la habitación de lossueños de Morodian.La escalera los había llevado a un hall de paredes blancas, donde había una únicapuerta, que estaba entreabierta. El falso Iván le hizo una señal de silencio y se asomóa la habitación.—¿Ahí duerme Morodian?—Silencio… —El falso Iván trató de escuchar—. Todavía no empezó a hablar.Iván se asomó. La habitación era prodigiosamente grande. En el centro, en unacama gigante, con una cabecera que mostraba figuras de bronce, dormía Morodian.Era un hombre alto, pero la cama era tan grande que parecía diminuto. Respirabapesadamente, y movía los dedos de las manos continuamente. Iván reconoció loslargos dedos blancos que había visto en el televisor.Los párpados eran casi transparentes; a través de ellos se podía ver el movimientode sus grandes ojos vigilantes.—¿Sabe que estoy aquí?—Sabe que estás, pero no distingue qué es real y qué no. Te ha incorporado a sussueños. Mientras estás aquí, conmigo, estás a la vez en el vientre de una ballena, o enebookelo.com - Página 89

LA HABITACIÓN DE LOS SUEÑOS

I

ván corrió hasta el fondo del pasillo y llegó a ver al escarabajo que se perdía en un

recodo. Más veloz que el libro, lo alcanzó antes de que cayera por la escalera. El

mecanismo del libro parecía estar a punto de agotarse, las patas del escarabajo se

movían con lentitud y un rumor a engranaje oxidado se dejaba oír a través de la

portada. No dejaba de ser un milagro que aquel libro se moviera, pero ahora era un

milagro cansado. Cuando Iván estiró la mano para tomarlo, el libro, como si hubiera

encontrado una solución a su problema en alguna de sus muchas páginas, rodó

escaleras abajo y se perdió de vista.

El falso Iván estaba junto a él.

—¿Me estás siguiendo? —preguntó Iván.

—Quiero ver cómo actúa el verdadero Iván Dragó. Me sirve para comparar hasta

qué punto soy fiel al modelo. La verdad es que estoy un poco decepcionado.

—¿Qué esperabas?

—Cuando yo hago de Iván Dragó, pongo más fuerza, más expresión. Por

ejemplo, recién, en la escena del escarabajo, me hubiera tirado por las escaleras.

—No es mala idea —dijo Iván, y le dio un leve empujón.

El falso Iván, que era bastante torpe, estuvo a punto de caer rodando. Bajó los

escalones a zancadas y terminó sentado en el piso. Pero estaba menos preocupado por

la caída que por el libro. Miró con alarma el camino que había tomado el escarabajo

verde.

—Lo que me temía —dijo—. El libro acaba de entrar en la habitación de los

sueños de Morodian.

La escalera los había llevado a un hall de paredes blancas, donde había una única

puerta, que estaba entreabierta. El falso Iván le hizo una señal de silencio y se asomó

a la habitación.

—¿Ahí duerme Morodian?

—Silencio… —El falso Iván trató de escuchar—. Todavía no empezó a hablar.

Iván se asomó. La habitación era prodigiosamente grande. En el centro, en una

cama gigante, con una cabecera que mostraba figuras de bronce, dormía Morodian.

Era un hombre alto, pero la cama era tan grande que parecía diminuto. Respiraba

pesadamente, y movía los dedos de las manos continuamente. Iván reconoció los

largos dedos blancos que había visto en el televisor.

Los párpados eran casi transparentes; a través de ellos se podía ver el movimiento

de sus grandes ojos vigilantes.

—¿Sabe que estoy aquí?

—Sabe que estás, pero no distingue qué es real y qué no. Te ha incorporado a sus

sueños. Mientras estás aquí, conmigo, estás a la vez en el vientre de una ballena, o en

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