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EL ESCARABAJO VERDE
R
ecorrió el pasillo probando si alguna de las puertas se abría, hasta encontrar una
sala de biblioteca con estanterías en las cuatro paredes. En el centro de la sala,
frente a una mesa de madera oscura, un lector contemplaba la portada de un libro.
—El que entra por primera vez debe leer la advertencia —dijo el lector, sin mirar
a Iván, y señaló un cartel escrito en letras góticas que colgaba de la pared, sobre el
marco de la puerta:
Advertencia
Estos libros que pueblan los estantes
no son obras comunes. A menudo
a los incautos sorprenden. Y ya antes
a más de un lector dejaron mudo.
A quien entra aquí nadie le impide
que a la risa se entregue, aun al sueño.
Pero de algo mejor es que se cuide:
no debe actuar como si fuera el dueño.
Si alguien saca un libro por la puerta
el juego deja atrás la maravilla
y la ira del Profundo se despierta.
Ahora el nombre del juego es Pesadilla.
El lector tenía algún año más que Iván. Parecía haber crecido de golpe, porque la
ropa le quedaba chica. Los botones del pecho estaban a punto de estallar, las mangas
de la camisa llegaban solo hasta la mitad del antebrazo, y cuando se levantó para
saludarlo, los pantalones dejaron sus tobillos al descubierto.
—¿Tu nombre?
—Soy Iván Dragó. Esperaba que alguien viniera a recibirme.
—Yo también soy Iván Dragó —dijo el otro con una sonrisa tímida, mientras le
mostraba el tatuaje en su mano derecha. Exactamente igual al suyo, aunque los
colores eran menos intensos. Tal vez salía con un poco de agua y jabón.
Entonces Iván reconoció las prendas que usaba el otro: él también había tenido,
años atrás, una camisa a rayas rojas y blancas y un pantalón azul y unas zapatillas
negras.
—Yo soy el verdadero Iván Dragó.
ebookelo.com - Página 85