El inventor de juegos
Iván subió al ómnibus vacío. Eligió uno de los asientos del medio. Recordó queno tenía nada de equipaje y que no había llamado a su tía para avisarle de la demora.Ya solucionaría esas cosas, cuando llegara a la ciudad.—Suerte que oí el motor. Solo no hubiera podido salir del laberinto —dijo Iván.El chofer se acomodó la gorra y cerró la puerta. El ómnibus buscó lentamente laruta que llevaba a la ciudad.—Usted no ha salido del laberinto, señor Dragó. Acaba de entrar.ebookelo.com - Página 78
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Iván subió al ómnibus vacío. Eligió uno de los asientos del medio. Recordó que
no tenía nada de equipaje y que no había llamado a su tía para avisarle de la demora.
Ya solucionaría esas cosas, cuando llegara a la ciudad.
—Suerte que oí el motor. Solo no hubiera podido salir del laberinto —dijo Iván.
El chofer se acomodó la gorra y cerró la puerta. El ómnibus buscó lentamente la
ruta que llevaba a la ciudad.
—Usted no ha salido del laberinto, señor Dragó. Acaba de entrar.
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