El inventor de juegos
OTRO NUEVO ALUMNOIván notó que Ríos vendía en los recreos una serie de papeles que llevaba en lamochila. Cada una de las hojas —escrita con letra clara— costaba veinticincocentavos.—¿Son cuentos? —preguntó Iván.—Anécdotas. Para que cuenten si faltan al colegio. Tengo clientes inclusive entrelos que nunca faltan.—¿Para qué quieren entonces las anécdotas?—Los padres les preguntan, ¿hoy cómo te fue? Y a ellos, aunque fueron alcolegio, a veces no se les ocurre nada. Entonces usan una de mis anécdotas y lospadres quedan contentos.—¿Y qué hacés con la plata?—Ahorro. Para cuando me vaya de Zyl.A medida que aprendía cosas nuevas en las clases, Iván se interesaba más y másen los juegos. Llevaba a todas partes una libreta de bolsillo donde anotaba sus ideas.En el colegio de Zyl explicaban que inventar un juego consistía en tres pasos.El primero era la imagen: la búsqueda del Polo Norte, una caminata por la selva,un combate entre dragones. También podía ser una imagen abstracta: fichas rojascontra negras. Nada le gustaba más a Iván que ese comienzo.El siguiente paso era un poco más difícil: diseñar los elementos del juego, losmecanismos para avanzar, imaginar los obstáculos que debería enfrentar cadajugador. En este paso surgía toda clase de problemas; y muchas ideas que habíanparecido buenas se revelaban imposibles.El último paso consistía en redactar las instrucciones. Era el momento favorito delprofesor Darco, pero el más aburrido para Iván. Y sin embargo cada juego necesitabade esos tres pasos, porque, como decía Darco, cuanto más difícil de inventar es unjuego, más fácil será de jugar.Muy pronto, Iván estuvo entre los mejores alumnos del colegio. Ríos, en cambio,apenas hacía lo necesario para aprobar, porque los juegos no le interesaban.—Cuando termine el colegio me escapo. Me llevo una valija con poca ropa y lospesos que me gané con las anécdotas. Nunca más vuelvo a pisar Zyl.—¿Y tu padre qué dice?—Él solo piensa en sacar a Zyl de la ruina. Ahora está organizando el concursode juegos del colegio.—¿Voy a poder participar?—Claro que sí. No se hace ningún concurso desde hace años. No será el grantorneo de Zyl pero al menos es un concurso.—¿Te habla tu padre de Morodian?ebookelo.com - Página 58
—Me dijo que fueron amigos, en la medida en que se podía ser amigo deMorodian, que siempre estaba encerrado en su mundo. En los últimos años mi padrerecibió quince invitaciones de la Compañía de los Juegos Profundos. Nunca me dijonada, pero yo se las descubrí, encerradas en un cajón de su escritorio. Conserva cadacarta con su sobre y su estampilla. Yo quiero que acepte, que nos vayamos de unavez. Él no se anima a tirar las invitaciones: todas las noches las mira, y después lasvuelve a guardar.Reinaldo Zenia, el director del colegio, era hijo de uno de los grandes fabricantesde cartas de Zyl. Además de las barajas españolas y francesas, la Casa Zenia habíadesarrollado sus propios personajes, y había vendido cientos de mazos trucados a lasescuelas de magia del país. Pero el mayor éxito de la empresa fueron los naipesluminosos Zenia, que brillaban en la oscuridad. El hijo no pudo mantener en pie lapequeña empresa y prefirió dedicarse a la educación.En sus clases, Reinaldo Zenia pasaba de una cosa a otra, y los alumnos teníancierta dificultad para seguir el hilo de sus pensamientos. Comenzaba a hablar de lainvención del ajedrez; esto lo llevaba al lugar del color negro en la historia de losjuegos y de allí pasaba a describir los juegos que habían surgido en la Europamedieval a raíz de la peste negra. Y siempre terminaba echando de menos el pasadode Zyl, y preguntándose:—¿Qué fue lo que falló?Un mes y medio después de la llegada de Iván al colegio, Reinaldo Zenia entró ala clase con más energía que de costumbre. Dio dos o tres palmadas para llamar laatención y habló:—Hace poco tiempo tuvimos el honor de que se anotara en nuestro colegio IvánDragó. Y ahora la alegría se repite, porque voy a presentarles a otro alumno nuevo.Iván no recordaba que hubieran hecho una presentación tan pomposa cuando élhabía llegado al colegio. Había ocupado su lugar en silencio, sin que nadie lopresentase.—Como verán, no se trata de un alumno común. Sus cualidades morales eintelectuales son tan profundas que importantes instituciones lo han becado para veniraquí. El señor Dragó vino sobre todo por asuntos familiares; pero el nuevo estudianteviene por otra razón: para especializarse en juegos.Zenia dio una señal al nuevo alumno para que entrara. Era más alto que todos losdemás. Recorrió el aula con la mirada hasta encontrar a Iván.Dijo el director:—Les presento al señor Krebs.ebookelo.com - Página 59
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OTRO NUEVO ALUMNO
I
ván notó que Ríos vendía en los recreos una serie de papeles que llevaba en la
mochila. Cada una de las hojas —escrita con letra clara— costaba veinticinco
centavos.
—¿Son cuentos? —preguntó Iván.
—Anécdotas. Para que cuenten si faltan al colegio. Tengo clientes inclusive entre
los que nunca faltan.
—¿Para qué quieren entonces las anécdotas?
—Los padres les preguntan, ¿hoy cómo te fue? Y a ellos, aunque fueron al
colegio, a veces no se les ocurre nada. Entonces usan una de mis anécdotas y los
padres quedan contentos.
—¿Y qué hacés con la plata?
—Ahorro. Para cuando me vaya de Zyl.
A medida que aprendía cosas nuevas en las clases, Iván se interesaba más y más
en los juegos. Llevaba a todas partes una libreta de bolsillo donde anotaba sus ideas.
En el colegio de Zyl explicaban que inventar un juego consistía en tres pasos.
El primero era la imagen: la búsqueda del Polo Norte, una caminata por la selva,
un combate entre dragones. También podía ser una imagen abstracta: fichas rojas
contra negras. Nada le gustaba más a Iván que ese comienzo.
El siguiente paso era un poco más difícil: diseñar los elementos del juego, los
mecanismos para avanzar, imaginar los obstáculos que debería enfrentar cada
jugador. En este paso surgía toda clase de problemas; y muchas ideas que habían
parecido buenas se revelaban imposibles.
El último paso consistía en redactar las instrucciones. Era el momento favorito del
profesor Darco, pero el más aburrido para Iván. Y sin embargo cada juego necesitaba
de esos tres pasos, porque, como decía Darco, cuanto más difícil de inventar es un
juego, más fácil será de jugar.
Muy pronto, Iván estuvo entre los mejores alumnos del colegio. Ríos, en cambio,
apenas hacía lo necesario para aprobar, porque los juegos no le interesaban.
—Cuando termine el colegio me escapo. Me llevo una valija con poca ropa y los
pesos que me gané con las anécdotas. Nunca más vuelvo a pisar Zyl.
—¿Y tu padre qué dice?
—Él solo piensa en sacar a Zyl de la ruina. Ahora está organizando el concurso
de juegos del colegio.
—¿Voy a poder participar?
—Claro que sí. No se hace ningún concurso desde hace años. No será el gran
torneo de Zyl pero al menos es un concurso.
—¿Te habla tu padre de Morodian?
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