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El inventor de juegos

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rompecabezas de Zyl está la respuesta: y eso es todo lo que voy a decir.

Cuando se reunió con los acuáticos, Iván les contó la conversación que había

tenido con su abuelo.

—¿Creen que el juego de Morodian está escondido en el museo? —preguntó

Iván.

—Tu abuelo nunca dijo eso. Solo que miraras el rompecabezas —le respondió

Ríos.

Y hacia allí fueron. Frente al rompecabezas, los tres amigos se quedaron en

silencio. Ríos se había puesto su parche para concentrarse mejor en los diminutos

nombres de las calles.

—¿De nuevo por aquí? —preguntó Zelmar—. ¿Y qué quieren ahora?

—La pieza que robó Morodian, ¿a qué correspondía?

—Es una esquina de la ciudad. El cruce entre la avenida del Azar y la calle del

Rey. Justo enfrente había un descampado, y en el otoño venía un circo que se llamaba

Circo Real Kronos. La estrella era una trapecista de malla verde que parecía un

pájaro. Yo iba al circo sólo para verla a ella…

Zelmar se había quedado mirando el hueco. En el mapa, que mostraba tantas

cosas, no había ninguna huella del circo ni de la trapecista de malla verde.

—¿Pero qué había exactamente allí? ¿Por qué Morodian sacó esa pieza y no

cualquier otra? ¿Qué es este dibujo que tengo en la mano? —Iván hizo las tres

preguntas casi al mismo tiempo.

Pero Zelmar entendió. Ya se había dado por vencido.

—Allí vivía Morodian.

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