El inventor de juegos

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silencio. El señor Possum subió al escenario y permaneció de pie junto al piano,mirando los rostros de los alumnos con una mirada severa y a la vez ligeramenteevocativa. Sus ojos decían: «Recuerdo a cada uno de ustedes y me maravillo de cómohan crecido». Cuando tomó el micrófono, se oyó un zumbido desagradable que hizosaltar a todos de sus asientos.—Queridos alumnos: celebraremos la fiesta del colegio con una serie deactividades. La vicedirectora Possum se ocupará del discurso. Los alumnos de cuartogrado representarán una obra llamada Un día en la vida de Gregorio Possum, que yomismo escribí en mis ratos libres. Al principio pensamos que la obra duraraexactamente un día, para que ustedes siguieran minuto a minuto la vida cotidiana denuestro fundador, pero finalmente decidimos hacer una versión abreviada, de solotres horas. Para cerrar el acto, el señor Gayado, alumno de sexto grado, interpretaráen violín algunas de las piezas más difíciles del repertorio clásico.En efecto, Gayado, de tanto poner música a las amenazas de Krebs, se habíaconvertido en un violinista excepcional.—Pero antes de empezar la fiesta, haremos un pequeño juego muy ligado anuestra tradición: una Búsqueda del tesoro.Sobre el piano había varios papeles plegados, en los que Iván había anotado enletra de imprenta las distintas pistas. El señor Possum se puso los lentes para leerlos.Estaba asombrosamente parecido a su tatarabuelo, el fundador, cuyo busto de mármolpresidía el Museo del Colegio.Aquí tenemos algunas pistas para comenzar el camino hacia el tesoro. Si nologran descifrar alguna de ellas, esperen la siguiente. Ojalá que la sensatez hayaalumbrado al autor de este juego. Aquí va la primera:Ningún lector entre estos libros se aventura.Hay miles de paginas y ninguna está seca.Pero en la soledad completa y la noche oscurase asoman en silencio ratas de biblioteca.Un grupo de alumnos de quinto grado salió corriendo hacia el cuarto piso. Otros,sin llegar a saber de qué lugar se trataba, los siguieron, entusiasmados por la urgenciaajena.—Para los que no descifraron el anterior, aquí hay otro:No ha perdido en el mármol el hombre su miopía;por eso son de piedra sus lentes. Y su manoseñala el futuro, el porvenir, la utopíamientras lento se hunde el colegio en el pantano.ebookelo.com - Página 36

El señor Possum buscó a Iván con severa mirada, pero no lo encontró, porqueestaba escondido detrás de una columna. Durante algunos segundos dudó de siconvenía seguir leyendo aquellos papeles, obstinados en recordar la desgracia deledificio.Gayado se levantó de un salto y arrastró del brazo a Krebs. Oprimió el frustradotatuaje y se oyó un grito de dolor.—Hay que ir hasta el séptimo piso —le dijo.—Más vale que no te equivoques —dijo Krebs con voz quebrada. Una mayoríasilenciosa, que admiraba sus pasos gigantescos y la fuerza que demostraban en eltrato con los débiles, los seguía a unos pasos de distancia.Pronto quedó un último mensaje, que Possum leyó con un leve tono demelancolía:Clavadas a su nombre duermen las mariposas.No tejen las arañas y no cantan los grillos.Yo juego a ser el dueño de todas estas cosasy de la música de mis huesos amarillos.Y después de haber leído el último mensaje, solo quedaron en la sala los mástontos, los que nada entendían. Miraban interrogantes.—No hay más pistas, muchachos —dijo el señor Possum.—¿Qué hacemos?—Sigan a los demás. Sigan siempre a los demás. Ese es el lema que el fundadoreligió para nuestro colegio: «Seguid a los otros».Lentos y torpes, los últimos alumnos se marcharon.«Creo que fue un error abolir el examen de ingreso», pensó en voz alta el señorPossum.ebookelo.com - Página 37

silencio. El señor Possum subió al escenario y permaneció de pie junto al piano,

mirando los rostros de los alumnos con una mirada severa y a la vez ligeramente

evocativa. Sus ojos decían: «Recuerdo a cada uno de ustedes y me maravillo de cómo

han crecido». Cuando tomó el micrófono, se oyó un zumbido desagradable que hizo

saltar a todos de sus asientos.

—Queridos alumnos: celebraremos la fiesta del colegio con una serie de

actividades. La vicedirectora Possum se ocupará del discurso. Los alumnos de cuarto

grado representarán una obra llamada Un día en la vida de Gregorio Possum, que yo

mismo escribí en mis ratos libres. Al principio pensamos que la obra durara

exactamente un día, para que ustedes siguieran minuto a minuto la vida cotidiana de

nuestro fundador, pero finalmente decidimos hacer una versión abreviada, de solo

tres horas. Para cerrar el acto, el señor Gayado, alumno de sexto grado, interpretará

en violín algunas de las piezas más difíciles del repertorio clásico.

En efecto, Gayado, de tanto poner música a las amenazas de Krebs, se había

convertido en un violinista excepcional.

—Pero antes de empezar la fiesta, haremos un pequeño juego muy ligado a

nuestra tradición: una Búsqueda del tesoro.

Sobre el piano había varios papeles plegados, en los que Iván había anotado en

letra de imprenta las distintas pistas. El señor Possum se puso los lentes para leerlos.

Estaba asombrosamente parecido a su tatarabuelo, el fundador, cuyo busto de mármol

presidía el Museo del Colegio.

Aquí tenemos algunas pistas para comenzar el camino hacia el tesoro. Si no

logran descifrar alguna de ellas, esperen la siguiente. Ojalá que la sensatez haya

alumbrado al autor de este juego. Aquí va la primera:

Ningún lector entre estos libros se aventura.

Hay miles de paginas y ninguna está seca.

Pero en la soledad completa y la noche oscura

se asoman en silencio ratas de biblioteca.

Un grupo de alumnos de quinto grado salió corriendo hacia el cuarto piso. Otros,

sin llegar a saber de qué lugar se trataba, los siguieron, entusiasmados por la urgencia

ajena.

—Para los que no descifraron el anterior, aquí hay otro:

No ha perdido en el mármol el hombre su miopía;

por eso son de piedra sus lentes. Y su mano

señala el futuro, el porvenir, la utopía

mientras lento se hunde el colegio en el pantano.

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