El inventor de juegos

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EL SILENCIODurante el resto del día Iván estudió la libreta azul de Arsenio, para aprender amanejar los sueños de Morodian. Memorizó las instrucciones que mejorcorrespondían a sus planes. Las palabras de Arsenio eran difíciles de entender. Fiel asu consejo de actuar de un modo indirecto, sus explicaciones mismas eran tambiénindirectas. Nunca antes en su vida Iván había estudiado algo con tanta atención.A la noche dos ejecutores lo fueron a buscar. Iván tenía la esperanza de que lopusieran frente a un plato de comida, pero lo dejaron a la puerta de la habitación delos sueños de Morodian. Un ejecutor le entregó una lapicera luminosa.La silla destinada a los escribas estaba vacía e Iván tomó su lugar junto alProfundo. Morodian dormía con sueño pesado y parecía imposible que algo le hicieradecir una sola palabra. Por primera vez los dos inventores de juegos quedaron a solas.Encendió la lapicera, que iluminó con un círculo nítido la libreta de Arsenio.Desde su bolsillo le llegaba el tictac del reloj. Estaba a punto de acercarlo al oído deMorodian, cuando el Profundo giró bruscamente. Iván dio un salto. Cuando vio queno se había despertado, acercó el reloj al oído izquierdo del durmiente.Al principio, Morodian solo manifestó una ligera molestia. Pero después:—Ya voy, padre.La voz de Iván era un susurro:—¿Dónde están mis…? ¿Dónde están los padres de Iván Dragó?Pasaron unos segundos hasta que se oyó la voz de Morodian, que no parecíaprovenir del cuerpo dormido, sino de la habitación misma:—Preguntas no. Nada de preguntas.¿Cómo podía saber algo sin preguntar? Buscó en las manoseadas páginas de lalibreta los consejos de Arsenio:Cuando al profundo sueño interrogamos,de nada sirve pronunciar palabra.La pregunta a las cosas les dejamos,que susurre la pluma: Abracadabra.Sobre la mesa de luz había hojas de papel. Iván comenzó a dibujar círculos con lapluma, para que Morodian oyera el rasguido. Al cabo de un rato, la respiración deMorodian se hizo más suave. Se aclaró la garganta, como quien se prepara a hablar.Los consejos de Arsenio continuaban:Siempre el significado está escondido.ebookelo.com - Página 108

Nunca sé cuál respuesta es la que evocacada cosa en la cabeza del dormido.Pero de pronto el sueño abre la boca.De esta lengua no existen diccionarios,hace tiempo quedaron extinguidosal igual que los grandes dinosaurios.Solo en la acción se muestran los sentidos.Iván leyó por encima unas cuantas estrofas, como si buscara, entre tantaspalabras, una que brillara: el consejo exacto para conseguir la verdad. Pero las cosasno eran tan fáciles. Pronto llegó a las últimas líneas, y le sorprendió que le estuvierandestinadas, como si Arsenio hubiera escrito aquella libreta solo para él, mucho antesde conocerlo.No confies en el hechizo que desvelaa los que buscan un idioma puro.Muérdete la lengua hasta que duelay haz del silencio el único conjuro.Así, querido Iván, yo me despido.Algo tengo en la garganta: un nudo.Los consejos acaban. Solo han sidosecretas reglas de un oficio mudo.La libreta había llegado a su fin y lo había dejado solo. Ya había usado el reloj yhabía usado la pluma y no le quedaba nada más. Entonces recordó la carta que teníaen su bolsillo y la hizo crujir entre sus dedos.Las palabras de Morodian echaron un aliento frío sobre la habitación.—No quería destruirlos. Solo mantenerlos apartados, para que él regresara a Zyl,para que jugara el juego de su vida según mis planes. Que aceptara la herencia de Zyly luego se pasara a la Compañía.Estaba prohibido hablar, pero Iván habló.—¿Por qué sin padres?—Tenía muchos libros en mi casa, libros de viejas colecciones. Tapas azules ypáginas amarillentas. Y si algo aprendí de esas novelas, es que todos los héroes sonhuérfanos.¿Y, ahora, cómo preguntar? No tenía una caja llena de hojas secas, ni algúnperfume exótico que provocara evocaciones repentinas, ni la pluma de un pájaro niun puñado de arena para derramar sobre las manos de Morodian. Pero el diálogo yahabía comenzado, y una corriente de aire llegó desde alguna parte para tomar su lugarebookelo.com - Página 109

Nunca sé cuál respuesta es la que evoca

cada cosa en la cabeza del dormido.

Pero de pronto el sueño abre la boca.

De esta lengua no existen diccionarios,

hace tiempo quedaron extinguidos

al igual que los grandes dinosaurios.

Solo en la acción se muestran los sentidos.

Iván leyó por encima unas cuantas estrofas, como si buscara, entre tantas

palabras, una que brillara: el consejo exacto para conseguir la verdad. Pero las cosas

no eran tan fáciles. Pronto llegó a las últimas líneas, y le sorprendió que le estuvieran

destinadas, como si Arsenio hubiera escrito aquella libreta solo para él, mucho antes

de conocerlo.

No confies en el hechizo que desvela

a los que buscan un idioma puro.

Muérdete la lengua hasta que duela

y haz del silencio el único conjuro.

Así, querido Iván, yo me despido.

Algo tengo en la garganta: un nudo.

Los consejos acaban. Solo han sido

secretas reglas de un oficio mudo.

La libreta había llegado a su fin y lo había dejado solo. Ya había usado el reloj y

había usado la pluma y no le quedaba nada más. Entonces recordó la carta que tenía

en su bolsillo y la hizo crujir entre sus dedos.

Las palabras de Morodian echaron un aliento frío sobre la habitación.

—No quería destruirlos. Solo mantenerlos apartados, para que él regresara a Zyl,

para que jugara el juego de su vida según mis planes. Que aceptara la herencia de Zyl

y luego se pasara a la Compañía.

Estaba prohibido hablar, pero Iván habló.

—¿Por qué sin padres?

—Tenía muchos libros en mi casa, libros de viejas colecciones. Tapas azules y

páginas amarillentas. Y si algo aprendí de esas novelas, es que todos los héroes son

huérfanos.

¿Y, ahora, cómo preguntar? No tenía una caja llena de hojas secas, ni algún

perfume exótico que provocara evocaciones repentinas, ni la pluma de un pájaro ni

un puñado de arena para derramar sobre las manos de Morodian. Pero el diálogo ya

había comenzado, y una corriente de aire llegó desde alguna parte para tomar su lugar

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