El inventor de juegos
FRENTE A MORODIANIván apenas tuvo tiempo de esconder entre sus ropas la libreta y el reloj. Losejecutores lo arrastraron a través del sótano. Habían guardado sus linternas, perode tanto en tanto sacaban de los bolsillos de su uniforme unos dados que arrojabancontra la oscuridad. Al golpear contra el suelo, los dados se encendían: algunosdespedían una luz verde; otros, amarilla o azul.Al final del camino había un ascensor de reja. Iván miró hacia atrás el largocamino que había hecho, iluminado por los dados de colores. Era un buen juego,¿porqué había fracasado? Nuevos juguetes reemplazaban a los viejos, y en todaspartes sucedía así, excepto en Zyl. La ciudad no se resignaba a que los viejos juegosdesaparecieran, y por eso ella misma acabaría por desaparecer.Unos minutos después Iván estaba en la habitación de los sueños de Morodian. ElProfundo estaba despierto y daba grandes pasos de un lado a otro del cuarto. Suspasos eran tan enérgicos que el cuarto parecía agrandarse a medida que lo recorría,como si las paredes, temerosas, retrocedieran.—Prometió un laberinto. ¿Dónde está su juego, señor Dragó?La voz de Iván sonó menos que un susurro:—Trataba de encontrar ideas.—¿Allá abajo? Ahora sí necesitará ideas. Encerrado y sin comida hasta que metraiga un resultado.Iván pensó detenidamente las palabras adecuadas. Respiró hondo.—Vengo de Zyl. Usted conoce bien la ciudad. Cuanto más se hunde, más se hablade la Compañía de los Juegos Profundos. Para mí es un honor haber llegado hastaaquí. Pero siento que todavía no entré a la Compañía. Que falta algo…—Ya está aquí. Tiene su propio juego. Es uno de nosotros y además tengograndes planes para usted. ¿Qué más puede pedir?—Lo que más quiero es ser, por una noche, por un rato, un escriba del sueño.Poder oír como surgen esas frases que alimentan a la Compañía, y que se conviertenen juegos, y que luego infectan la imaginación de miles de niños…—Imposible. No hay cargo más apreciado… Se necesitan años de estudio. Si dejoque usted, sin experiencia, se convierta en escriba, pronto tendré a todos esosaburridos dibujantes y a esos patéticos ingenieros pidiendo lo mismo.—Es algo que usted me debe por haber usado mi nombre para su juego.Los ejecutores que rodeaban a Morodian se apartaron con temor. Sabíanreconocer la ira del Profundo.—¿Algo que yo le debo? —Morodian golpeó con fuerza el piso con su pie—. Sunombre está en un juego de la Compañía: no hay honor más grande para usted.Además ese es el premio que ganó por haber participado en aquel concurso.ebookelo.com - Página 106
—Nunca me avisaron de ningún premio.—Ahora lo sabe. A la larga siempre nos enteramos de las cosas que importan.Iván estuvo a punto de preguntar por sus padres, pero sabía que por ese caminono llegaría a ningún lado. Probó con un tono de humildad.—No pido ser un verdadero escriba. Será solo un juego. ¿No es este el mejorlugar para jugar?—Pero no hay nada más serio que los juegos. A través de los juegos nosarruinamos la vida. A través de los juegos conquistamos el mundo.—Tengo mis razones para insistir. Hace muchos años, cuando todavía vivía enZyl…—No pronuncie ese nombre. Solo yo puedo mencionar la ciudad odiada —dijoMorodian, e Iván creyó que lo echaría en ese mismo instante.—… usted hizo un juego sobre el laberinto. Yo lo vi, pero no llegué a entenderlo.Ahora Morodian parecía más interesado.—¿Vio mi juego? ¿Acaso entró en la casa…? —Morodian se llevó la mano a laesfera de cristal con la pieza del rompecabezas en su interior.—Quise saber cómo era la casa de su niñez. Y entré.—Mis informantes no me dijeron nada de eso.—El laberinto tiene un significado especial para usted, está mezclado con supasado. Necesito asomarme a ese mundo.Morodian pensó en las palabras de Iván. Era tal la fuerza de sus pasos, quecuando se quedaba quieto, el piso seguía retumbando, con si otro invisible Morodianprosiguiera su marcha.Iván insistió.—Quiero oír yo mismo las palabras de los sueños, sin ningún escriba que haga deintermediario.—Solo por esta vez. Diez minutos bastarán. Y más vale que sea el mejor juegoque me hayan presentado jamás. Un juego digno de quien ganó el premio de laCompañía de los Juegos Profundos.Los ejecutores llevaron a Iván a su cuarto y cerraron la puerta con llave.ebookelo.com - Página 107
- Page 56 and 57: EL COLEGIO DE ZYLDurante varios dí
- Page 58 and 59: OTRO NUEVO ALUMNOIván notó que R
- Page 60 and 61: EL SECRETO DE KREBSCuando llegó a
- Page 62 and 63: ignorado a Krebs, ahora lo consulta
- Page 64 and 65: pasión por inventar—. Después v
- Page 66 and 67: destrucción.Iván la guardó en el
- Page 68 and 69: interrumpirlo.—Señor Domenech, s
- Page 70 and 71: EL SOMBRERO DEL TRIUNFOFinalmente l
- Page 72 and 73: interior. El fundador de Zyl acostu
- Page 74 and 75: esmalte se había saltado. Las pupi
- Page 76 and 77: EL LABERINTOLa noche anterior a la
- Page 78 and 79: Iván subió al ómnibus vacío. El
- Page 80 and 81: LA PRUEBAEl ómnibus llegó a la ci
- Page 82 and 83: LA SALA DE DIBUJOIván siguió y si
- Page 84 and 85: —Duerme. En sus sueños descubre
- Page 86 and 87: —Yo no, gracias a Dios. Soy un Iv
- Page 88 and 89: —Será mejor que vayas a buscarlo
- Page 90 and 91: el sótano de un castillo.Junto a l
- Page 92 and 93: EL CUARTO DE IVÁNHabían regresado
- Page 94 and 95: LA SALA DE LOS INGENIEROSDespertó
- Page 96 and 97: mejor ya no queda nadie allí y sol
- Page 98 and 99: Soy el hijo de un triste jardineroq
- Page 100 and 101: LA CAJA NEGRAEra la segunda noche d
- Page 102 and 103: Y tendiendo sus manos blancas avanz
- Page 104 and 105: —Desde que envió su juego al con
- Page 108 and 109: EL SILENCIODurante el resto del dí
- Page 110 and 111: en el interrogatorio. Y arrancó al
- Page 112 and 113: Como en el edificio todos los camin
- Page 114 and 115: OTRO TIRO DE DADOSQuien haya visto
FRENTE A MORODIAN
I
ván apenas tuvo tiempo de esconder entre sus ropas la libreta y el reloj. Los
ejecutores lo arrastraron a través del sótano. Habían guardado sus linternas, pero
de tanto en tanto sacaban de los bolsillos de su uniforme unos dados que arrojaban
contra la oscuridad. Al golpear contra el suelo, los dados se encendían: algunos
despedían una luz verde; otros, amarilla o azul.
Al final del camino había un ascensor de reja. Iván miró hacia atrás el largo
camino que había hecho, iluminado por los dados de colores. Era un buen juego,
¿porqué había fracasado? Nuevos juguetes reemplazaban a los viejos, y en todas
partes sucedía así, excepto en Zyl. La ciudad no se resignaba a que los viejos juegos
desaparecieran, y por eso ella misma acabaría por desaparecer.
Unos minutos después Iván estaba en la habitación de los sueños de Morodian. El
Profundo estaba despierto y daba grandes pasos de un lado a otro del cuarto. Sus
pasos eran tan enérgicos que el cuarto parecía agrandarse a medida que lo recorría,
como si las paredes, temerosas, retrocedieran.
—Prometió un laberinto. ¿Dónde está su juego, señor Dragó?
La voz de Iván sonó menos que un susurro:
—Trataba de encontrar ideas.
—¿Allá abajo? Ahora sí necesitará ideas. Encerrado y sin comida hasta que me
traiga un resultado.
Iván pensó detenidamente las palabras adecuadas. Respiró hondo.
—Vengo de Zyl. Usted conoce bien la ciudad. Cuanto más se hunde, más se habla
de la Compañía de los Juegos Profundos. Para mí es un honor haber llegado hasta
aquí. Pero siento que todavía no entré a la Compañía. Que falta algo…
—Ya está aquí. Tiene su propio juego. Es uno de nosotros y además tengo
grandes planes para usted. ¿Qué más puede pedir?
—Lo que más quiero es ser, por una noche, por un rato, un escriba del sueño.
Poder oír como surgen esas frases que alimentan a la Compañía, y que se convierten
en juegos, y que luego infectan la imaginación de miles de niños…
—Imposible. No hay cargo más apreciado… Se necesitan años de estudio. Si dejo
que usted, sin experiencia, se convierta en escriba, pronto tendré a todos esos
aburridos dibujantes y a esos patéticos ingenieros pidiendo lo mismo.
—Es algo que usted me debe por haber usado mi nombre para su juego.
Los ejecutores que rodeaban a Morodian se apartaron con temor. Sabían
reconocer la ira del Profundo.
—¿Algo que yo le debo? —Morodian golpeó con fuerza el piso con su pie—. Su
nombre está en un juego de la Compañía: no hay honor más grande para usted.
Además ese es el premio que ganó por haber participado en aquel concurso.
ebookelo.com - Página 106