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El inventor de juegos

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LOS SÓTANOS DE LA COMPAÑÍA

A

terrizó en una montaña de desechos, y se hundió entre cajas de cartón, piezas

de madera y tableros rotos. El golpe provocó un derrumbe de parte de la

montaña, e Iván se vio arrastrado y luego sepultado por la basura.

Una mano lo tomó de los cabellos y lo levantó. Iván contuvo un grito de dolor.

Los lentes redondos agigantaban unos ojos grises en los que solo se veía cansancio.

El hombre llevaba la misma levita de los escribas, pero hecha jirones.

—Extraño juguete —dijo el escriba—. Estropeado, eso es seguro.

—No soy un juguete —dijo Iván mientras se sacudía la ropa, llena de polvo y

pedazos de papel y virutas de lápiz.

—Entonces, ¿qué es? ¿Dibujante, ingeniero, escriba? ¿O acaso ya abrieron el

parque, y es uno de los tantos niños que sueltan las manos de sus padres y se pierden

en las aglomeraciones?

—Me estaba escondiendo de los ejecutores.

—Un intruso, entonces… Pero déjeme ver… Lo reconozco… Usted es Iván

Dragó. Tiraron cientos de juegos que lo tenían como protagonista. Por una cosa o por

otra, esos juegos siempre fallaban. Tengo entendido que ahora llegaron a la versión

final de su juego.

El otro le tendió la mano.

—Me llamo Arsenio, soy escriba. Era escriba, en realidad…

—Me contaron su historia… —dijo Iván mientras miraba a su alrededor. En los

estantes que cubrían las paredes se veían juegos en cajas de cartón pegadas con cinta

adhesiva y mecanismos cuyas piezas estaban atadas con piolines y alambre. Contra

una pared había un archivo de madera con diez cajones. Frente a cada cajón había

una etiqueta.

—Además de los inventos fallidos, tiran documentos que han servido para hacer

los juegos. Me tomé el trabajo de ponerlos en orden. ¡Aquí abajo hay tan poco que

hacer! Le he dedicado un mueble entero a La vida de Iván Dragó.

—¿Puedo mirar?

—Por supuesto. Es su vida, después de todo.

Iván se acercó al mueble y abrió el primer cajón. Los papeles estaban clasificados

alfabéticamente. Unas tarjetas de cartón amarillento servían para separar una letra de

otra.

Descubrió la historia del colegio Possum, el plano de la casa de sus padres, una

lista de sus calificaciones escolares, informes sobre sus amigos Lagos y Ríos, en los

que reconoció los errores de ortografía de Krebs. En la letra N, encontró una hoja

destinada a la niña invisible.

—¿Desde cuándo Morodian está interesado en mí?

ebookelo.com - Página 103

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