Tribuna Comunista Núm. 505

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memoria
camaradas, profesores Lucio Cabañas y Jacob
Nájera, así como a todos los maestros y militantes
de la JC, casi niños que participaron en formas
diversas en esa lucha prolongada del Partido de
los Pobres, que por supuesto, es el movimiento
armado más importante en Guerrero, después de
la Revolución Mexicana. Este año, se cumplieron
55 años de esa represión criminal y sangrienta
en Atoyac (18 de mayo de 1967). Tenemos el
deber de recabar testimonios de los que vivieron
ese proceso para escribir ese aspecto de la
historia política de Guerrero. Quiero revelar que,
desde un principio, los militantes de Guerrero,
especialmente los que militaban en Atoyac,
Tecpan, San Jerónimo, etc. apoyaron siempre a
Lucio Cabañas, fueron sus compañeros fieles. En
todo el periodo de organización de la JCM y del
PCM recibimos atención política de la Dirección
Nacional. Nos visitaban intelectuales del Partido,
nos impresionaba Enrique Semo Calev en sus
conferencias sobre Historia de México. Nos
deleitamos con las narraciones del escritor Juan
de la Cabada, sus experiencias en las luchas
políticas en el DF y en la Guerra Civil Española. Él
nos enseñó canciones de la resistencia antifascista
y por supuesto, el himno La Internacional.
Una de nuestras primeras batallas políticas
estudiantiles como jóvenes comunistas fue a finales
de 1964 y 1975 contra la reelección del rectorado
y métodos antidemocráticos en la joven UAGro.
En la práctica nos enfrentamos no solo contra las
autoridades universitarias, sino contra el conjunto
de fuerzas retardatarias, especialmente del clero
más atrasado y anticomunista recalcitrante.
Asimismo, contra el aparato de gobierno que
intervino solapadamente en favor del status
quo. Esta batalla en la UAGro la perdimos, pero
adquirimos experiencias fundamentales de táctica
que empleamos con éxito en el sesenta y ocho.
Les expreso que la conciencia política adquirida
en la militancia dinámica en Guerrero me dio
seguridad y confianza en nuestros objetivos de
justicia social mediante una revolución socialista,
en los valores humanistas que contiene. Implantar
en México una sociedad sin explotación, era un
objetivo digno por el cual luchar. Adquirimos
conciencia de los riesgos y dificultades del
proceso de lucha, pero nos sentíamos parte de
un colectivo nacional con tradiciones históricas
de lucha, un partido responsable con relaciones
internacionales importantes. Nos sentíamos parte
de la lucha mundial por el socialismo.
MILITANCIA EN EL DISTRITO FEDERAL, 1967
Llegué al DF, con los objetivos de estudiar
y seguir militando en la JCM. Tan pronto
como pude, fui al histórico local de la calle
Mérida del Comité Central del Partido
Comunista Mexicano. Ahí se ubicaba también
la Dirección Nacional de la Juventud Comunista
y la Dirección Política del Distrito Federal. Para
mí fue muy interesante y emocionante ver a los
importantes cuadros del Partido en el ajetreo de
su trabajo diario, entraban y salían de sus oficinas.
Los observé siempre con mucho respeto y simpatía,
como el estudiante ve a sus profesores. Saludé
brevemente a Marcos Leonel Posadas, Secretario
General de la Juventud Comunista, amable y
circunspecto me indicó que para mis propósitos
hablara con el camarada Celso Garza Guajardo,
que era Secretario de Organización Nacional.
Celso, era bonachón y ya lo conocía por sus visitas
constantes a Guerrero. Después de escuchar mis
objetivos, me canalizó con los responsables de la
Juventud Comunista del IPN, directamente con
Mauro Enciso Barrón, estudiante de la ESIME y
miembro del Comité Ejecutivo de la Sociedad
de Alumnos. Enciso me ayudó a inscribirme en el
IPN, en la Vocacional No.7.
En la Vocacional No. 7 no existía Juventud
Comunista y la Sociedad de Alumnos la controlaba
la FNET, así que debería comenzar el trabajo
desde abajo. En los primeros meses me informé
del estado organizativo de la JC en el POLI, de