Mi niño interior
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
queremos? Esta expectativa irracional no produce más que alejamiento y frustración en la
pareja.
Si somos capaces de comunicarnos, de expresar sin temores lo que necesitamos y
negociar con nuestra pareja, con toda certeza obtendremos de ella mucho más, o en el
peor de los casos, seremos conscientes de la imposibilidad del otro para darnos lo que
solicitamos, y evaluaremos entonces si podemos renunciar a pedírselo.
Las historias individuales suelen generar las situaciones que dificultan la convivencia en
pareja. Por ejemplo cuando uno de los miembros, con un niño herido y sediento de
afecto, se confronta con otro, que vivió sometido a una fuerte opresión. La relación entre
ellos se torna entonces muy difícil y puede deteriorarse rápidamente.
Cuando de niños no nos sentíamos aceptados ni queridos, nos acusábamos de no ser
capaces de generar el amor que buscábamos en nuestros padres. “Hay algo malo en mí”,
nos decíamos. “No sirvo.” En nuestro pequeño universo, desde nuestra visión infantil,
nos resultaba imposible imaginar que no todo emanaba de nosotros y nos culpábamos.
María fue también de niña mu y desatendida por sus padres. De adulta estaba
convencida de que no podría despertar amor en nadie. Y cada vez que surgía su
necesidad de afecto, o una posibilidad de llegar a ser querida, su historia le permitía
resguardarse del peligro: “No, de por sí nadie me va a querer”.
Sol vivió otra forma de abandono: su padre se suicidó cuando ella era una niña. La
consecuencia fue que siempre temió que los hombres la dejaran. Para evitar
experimentar de nuevo tan desgarrante dolor, no permitía que ningún hombre se le
acercara demasiado. Su discurso era: “ No se puede confiar en los hombres. Cuando los
necesitamos nos dejan.” El resentimiento que le produjo el suicidio de su padre lo
trasladó a los hombres. También ella se refugió en el: “No necesito de nadie.” Su
apariencia era reprimida y fría, y los pocos hombres que se le aproximaron terminaron
dejándola. Ella propiciaba una historia que le reafirmaba su drama.
Estas heridas, sin embargo, pueden ser sanadas, si logramos comprender los mecanismos
que nos llevan a trasladarlas a la vida en pareja. Si somos conscientes de lo que nos faltó,
de lo que nos impide vivir plenamente, tendremos las herramientas para hablar con
nuestra pareja sin desgastarnos en peleas y reproches, buscando juntos el conocimiento
que nos permita superar la situación.
Como consecuencia de nuestra historia, tenemos graves dificultades para vincularnos con
nuestra pareja y entonces nos protegemos creando defensas:
Nadie quiere estar conmigo.
No necesito una pareja.
No merezco amor.
Siempre debo agradar a los hombres.
Sólo consigo hombres casados.
85