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Mi niño interior

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burlas por nuestros pensamientos. Vivimos en nuestra infancia muchos episodios

hirientes, manipulaciones, extorsiones. Y ese sufrimiento se ha transformado en

vergüenza tóxica:

Hay algo malo en mí.

Todo sucede por mi culpa.

Soy poco digno de ser amado.

Avergüenzo a mis padres.

Siento culpa, remordimiento.

Esta vergüenza hace que nos sintamos torpes e inútiles, con temor al ridículo, a la

descalificación, a opinar, a no agradar. Confusos e incapaces de expresarnos, vemos

anulada nuestra capacidad de elección y decisión, y como consecuencia nos rendimos y

nos acomodamos a los deseos de los demás.

La única vía para liberarnos de estas taras consiste en hurgar en sus raíces, identificar los

mandatos que las generaron. Podremos entonces evaluar cada uno de ellos,

rechazándolos como falsos, aceptándolos o modificándolos. Y una vez que contemos con

un nuevo conjunto de valores y mandatos, no impuesto, sino aceptado y elaborado por

nosotros mismos, estaremos en condiciones de comenzar a sanar nuestras heridas.

Al llegar a esta etapa podremos por fin preguntarnos: ¿Qué es lo que verdaderamente

quiero para mi vida?

Clarificar nuestras ideas, va lo res y me tas, nos permitirá efectuar nuestras elecciones

personales y posesionarnos de nuestra vida, tomar sus riendas.

En el proceso de sanación trato de conectar a los participantes con sus diversas

vergüenzas. Los conduzco a través del juego, la música y el baile, a un estado de mayor

libertad. Al inicio se observan en el espejo, se permiten hacer muecas, se ríen. Pasan

luego a bailar. Osan ridiculizarse y burlarse de sí mismos, felices de sacudirse la seriedad

y la gravedad de la vida adulta. Vuelven por un momento a ser niños.

Les proporciono papel y lápices y les pido que escriban, sin identificarse, aquello que

más les avergüenza. Luego los papeles se pliegan y colocan en una bolsa. Los

participantes, sentados en círculo, van retirando y leyendo en voz alta la vergüenza de

algún compañero, nunca la propia. Leen:

Me avergüenza recordar a mi madre.

Contar la historia de mis padres.

Lo que la gente piense de mí.

Mi inseguridad.

No ser profesional.

El ser mal hijo, mal hermano, mentiroso, fracasado.

No tener pareja.

Ser divorciada.

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