Mi niño interior
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que sólo tendrá aprobación y amor si sigue las reglas que se le imponen. “Si no estás a la
altura de nuestras expectativas tendremos vergüenza de vos y vos también terminarás
teniendo vergüenza de vos mismo.” “Si no respetas nuestras reglas serás culpable de tu
acción y serás castigado.”
El niño que no obedece siente miedo, culpa, vergüenza. Vive un conflicto entre “lo que
quiere” y “lo que debe”. Comienza a reprimir sus deseos, sus sueños y sus sentimientos.
El tironeo que se produce entre los “debo” y los “elijo” genera una gran confusión, y la
idea de que “debo obedecer lo que me piden para no perder el amor de mis padres”,
domina cada decisión. Esta incapacidad para transgredir o hacer privar el deseo propio
perdura hasta nuestra edad adulta. Arrastramos, como un pesado fardo, la confusión y el
miedo a un eventual rechazo de los demás.
Esta constante preocupación por agradar a quienes nos rodean, por adivinar sus deseos,
por ser considerados “buenos” ante sus ojos, nos lleva a olvidar nuestras propias
necesidades. Crecemos, entonces, con tristeza y aburrimiento, con sentimientos de
vergüenza e inseguridad. Y concluimos, ofuscados ante nuestro propio y fallido deseo:
“No merezco ser querido.”
El Niño interior representa nuestros sentimientos, emociones y reacciones en el aquí y
ahora.
Cuando un niño se siente herido y no ha podido expresar sus emociones, se siente
descuidado, no querido, tímido, avergonzado, no cree en lo que piensa, siente y dice.
Si hago un énfasis en todo el proceso de socialización es porque este produce en cada
uno de nosotros una serie de heridas que no podremos cicatrizar a menos que
alcancemos a comprender su origen. Al respecto, Harville Hendrix nos aclara: “Las
necesidades insatisfechas son las que nos amenazan, y sin darnos cuenta
presentamos nuestras heridas a las otras personas con las que entablamos relaciones
íntimas, esperando que estas reparen el daño creado por una educación deficiente”.
El objetivo del trabajo de Encuentro con nuestro niño interior es recuperar la memoria y
la liberación de los recuerdos infantiles dolorosos. A medida que se amplía la perspectiva
de lo que le ocurrió de niño, cambian las reacciones y eso lo llamo “Reescribir el libreto
de la vida”, el niño no fue responsable de la conducta disfuncional de los padres y hoy
puede comprender los motivos por lo que ellos actuaban de esa manera irracional.
Uno de los vínculos donde más claramente se presenta esta conducta, por el grado de
estrecha intimidad que supone, es la relación de pareja. A este tema, por su complejidad
e importancia, nos ocuparemos en la segunda parte.
Completa Hendrix su anterior afirmación con la observación siguiente: “Al no compartir
los temas que nos agobian en nuestras relaciones, toda nuestra frustración y
decepción alcanza un momento culminante en la crisis de la edad media de la
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