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Una-tierra-prometida (1)

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estupideces. Tenemos mejores cosas que hacer. Tengo mejores cosas que

hacer. Hay grandes problemas que resolver. Y estoy convencido de que

podemos resolverlos, pero tenemos que concentrarnos en ellos, no en esto.»

Por unos instantes hubo silencio en la sala. Salí por las puertas correderas

que llevaban a las oficinas del equipo de comunicación, donde me encontré

a un grupo de jóvenes pertenecientes a nuestra sección de prensa que habían

estado viendo mis declaraciones por televisión. Todos parecían

veinteañeros. Algunos habían trabajado en mi campaña. Otros se habían

incorporado recientemente a la Administración, atraídos por la idea de

servir a su país. Me detuve y establecí contacto visual con cada uno de

ellos.

«Somos mejores que todo esto —dije—. Recordadlo.»

Al día siguiente, en la sala de Crisis, mi equipo y yo repasamos por última

vez nuestras opciones para una posible operación en Abbottabad aquel fin

de semana. A principios de semana había dado mi aprobación a McRaven

para que enviara a los SEAL y un contingente de helicópteros de asalto a

Afganistán, y el equipo se encontraba en Jalalabad esperando órdenes. Para

asegurarse de que la CIA había evaluado adecuadamente su trabajo, Leon y

Mike Morell pidieron a Mike Leiter, el jefe del Centro Nacional

Antiterrorista, que un nuevo equipo de analistas revisara la información

disponible sobre el complejo y sus habitantes para ver si las conclusiones de

la agencia coincidían con las de Langley. Leiter dijo que su equipo había

manifestado entre un cuarenta y un cincuenta por ciento de certeza de que

se trataba de Bin Laden frente a un sesenta u ochenta por ciento en el caso

del equipo de la CIA, y se debatió a qué podía obedecer esa diferencia. Al

cabo de unos minutos los interrumpí.

«Ya sé que estamos intentando cuantificar esos factores lo mejor que

podamos —dije—. Pero, al final, es una apuesta al cincuenta por ciento.

Continuemos.»

McRaven nos informó de que los preparativos para la incursión habían

concluido. Él y sus hombres estaban listos. Por su parte, Cartwright

confirmó que se había probado la opción del dron cargado con un misil y

podía activarse en cualquier momento. Con las posibilidades ante nosotros,

recorrí la mesa para que todos me hicieran sus recomendaciones. Leon,

John Brennan y Mike Mullen estaban a favor de la incursión. Hillary dijo

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