07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

planeado. Visitamos a los leones que merodeaban tras el cristal en el recinto

de los grandes felinos y les hicimos muecas graciosas a los grandes simios,

sin ninguna interrupción. Entonces, cuando nos detuvimos para buscar en la

guía cómo llegar hasta donde estaban los leones marinos, oímos a un

hombre gritar.

«¡Obama! Eh, mirad... ¡Es Obama! Eh, Obama, ¿me puedo hacer una

foto contigo?»

En cuanto quise darme cuenta, estábamos rodeados de familias, gente

que intentaba darme la mano o me pedía un autógrafo y padres que ponían a

sus hijos a mi lado para hacerles una foto. Le hice un gesto a Mike para que

se llevase a las niñas a ver los leones marinos sin mí. Durante los siguientes

quince minutos me entregué a mis electores, agradecido por sus alentadoras

palabras, mientras me recordaba a mí mismo que eso formaba parte del

trato que había aceptado, pero sin poder evitar una pequeña congoja al

pensar que mis hijas estarían preguntándose qué le había pasado a su papá.

Por fin me reuní con ellas y con Mike, y propuse que nos fuésemos de

allí y buscásemos un lugar tranquilo donde tomar un helado. Mientras

íbamos en el coche, Mike guardó un indulgente silencio; las niñas, no tanto.

—Creo que necesitas un alias —declaró Malia desde el asiento trasero.

—¿Qué es un alias? —preguntó Sasha.

—Es un nombre falso que usas cuando no quieres que la gente sepa quién

eres —explicó Malia—. Como Johnny McJohn John.

Sasha soltó una risita.

—Eso, papá... ¡deberías ser Johnny McJohn John!

—Y tienes que cambiar tu voz —prosiguió Malia—. La gente la

reconoce. Tienes que hablar con una voz más aguda. Y más rápido.

—Papá habla superlento —recalcó Sasha.

—Venga, papá —insistió Malia—. Inténtalo. —Y, con la voz más aguda

y lo más rápidamente que fue capaz, añadió—: «¡Hola! ¡Soy Johnny

McJohn John!».

Incapaz de contenerse, Mike soltó una carcajada. Más tarde, cuando

llegamos a casa, Malia le explicó con orgullo su plan a Michelle, que le dio

una palmadita en la cabeza.

—¡Es una idea estupenda, cariño! —dijo—, pero papá solo podría

disfrazarse si se operase para quitarse las orejas de soplillo.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!