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Una-tierra-prometida (1)

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óptimo para su ejecución sería el primer fin de semana de mayo, cuando un

par de noches sin luna ofrecerían más protección a los SEAL. Nadie

mencionó la obvia preocupación por que, con cada paso que dábamos para

planificar y prepararnos y con cada día que pasaba, más gente conocía

nuestro secreto. Les dije a McRaven y Cartwright que todavía no estaba

listo para elegir una opción, si es que elegíamos alguna. Pero, con la

planificación en mente, dije: «Supongamos que es un sí».

Mientras tanto, seguimos con nuestros quehaceres habituales en la Casa

Blanca. Yo estaba realizando un seguimiento de la situación en Libia, la

guerra en Afganistán y la crisis de la deuda griega, que se había reavivado y

estaba afectando una vez más a los mercados estadounidenses. Un día,

volviendo de la sala de Crisis, me encontré con Jay Carney, que había

sustituido a Robert Gibbs como mi secretario de prensa. Jay era un

experiodista que había asistido en primera fila a toda clase de momentos

históricos. Había cubierto la caída de la Unión Soviética como corresponsal

de la revista Time en Moscú, y la mañana del 11-S viajaba en el Air Force

One con el presidente Bush. Ahora me estaba contando que se había pasado

parte de la rueda de prensa diaria respondiendo preguntas sobre si mi

partida de nacimiento era válida.

Hacía más de un mes que Donald Trump se había incorporado al diálogo

político nacional. Mis asesores y yo dimos por sentado que, después de

exprimirlo todo lo que pudieran, los medios de comunicación acabarían

cansándose de la obsesión de Trump con mi nacimiento. Y, sin embargo,

como algas en un estanque, las noticias sobre sus cavilaciones

conspiratorias proliferaban con el paso de las semanas. Los programas de la

televisión por cable dedicaban extensos apartados a Trump y sus teorías.

Los periodistas especializados en política buscaban nuevas perspectivas

sobre la importancia sociológica del birtherism , su impacto en mi campaña

de reelección o, sin apenas reconocer la ironía, lo que decía acerca del

negocio de la prensa. Un tema de debate importante era que lo que

habíamos publicado en internet en 2008 era una partida de nacimiento

«resumida», que era el documento estándar expedido por el Departamento

de Salud del estado de Hawái y que podía utilizarse para obtener un

pasaporte, un número de la Seguridad Social o un carné de conducir. Pero,

según Trump y los demás birthers , ese documento resumido no demostraba

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