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Una-tierra-prometida (1)

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especiales en el lugar? ¿Cómo respondería el equipo si la policía o el

ejército paquistaní rodeaban el complejo durante la incursión?

McRaven recalcó que toda su planificación se basaba en la premisa de

que el equipo debía evitar un enfrentamiento armado con las autoridades

paquistaníes y, si estas se encaraban con nosotros allí mismo, él se

decantaba por que los SEAL mantuvieran sus posiciones mientras nuestros

diplomáticos intentaban negociar una salida segura. Yo comprendía esos

instintos; su propuesta era un ejemplo más de la prudencia que siempre me

había encontrado cuando trataba con nuestros comandantes del ejército.

Pero, dada la situación especialmente precaria de las relaciones entre

Estados Unidos y Pakistán, Bob Gates y yo manifestamos serias reservas en

cuanto a aquella estrategia. Los ataques estadounidenses con drones contra

objetivos de Al Qaeda en las FATA habían generado una creciente

oposición entre la ciudadanía paquistaní y el sentimiento antiamericano se

había inflamado aún más a finales de enero, cuando un contratista de la CIA

llamado Raymond Allen Davis mató a dos hombres armados que se

acercaron a su vehículo en la ajetreada ciudad de Lahore, lo cual provocó

airadas protestas por la presencia de la CIA en Pakistán y casi dos meses de

tensos dramas diplomáticos mientras negociábamos la puesta en libertad de

Davis. Les dije a McRaven y al equipo que no me arriesgaría a dejar el

destino de nuestros SEAL en manos de un Gobierno paquistaní que sin

duda se vería sometido a una intensa presión ciudadana a la hora de

encarcelarlos o dejarlos en libertad, sobre todo si Bin Laden finalmente no

se hallaba en el complejo. Por tanto, quería que trazara planes para sacar de

allí al equipo atacante ocurriera lo que ocurriese, quizá añadiendo dos

helicópteros de apoyo para los soldados que entraran en el complejo.

Antes de terminar, Hoss Cartwright planteó una nueva opción más

quirúrgica para un ataque aéreo en el que intervendría un dron que

dispararía un pequeño misil de catorce kilos cuando el Paseante saliera a

caminar como cada día. Según Cartwright, los daños colaterales serían

mínimos y, teniendo en cuenta la experiencia que había ganado nuestro

ejército atacando a otros terroristas, estaba seguro de que cumpliría el

objetivo a la vez que evitaría los riesgos inherentes a una incursión.

Ahora, los posibles rumbos a seguir estaban claros. McRaven

supervisaría la construcción de una maqueta a gran escala del complejo de

Abbottabad en Fort Bragg, donde el equipo SEAL llevaría a cabo una serie

de ensayos generales. Si decidía autorizar el ataque, me dijo, el momento

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