07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

27

El paradero exacto de Osama bin Laden había sido un misterio desde

diciembre de 2001 cuando, tres meses después de los atentados del 11-S,

que acabaron con la vida de casi tres mil inocentes, escapó por poco del

cerco que impusieron las fuerzas estadounidenses y aliadas a su cuartel

general en Tora Bora, una región montañosa situada junto a la frontera entre

Afganistán y Pakistán. Aunque la búsqueda había continuado

exhaustivamente durante años, cuando ocupé el cargo, la pista de Bin Laden

se había perdido. Seguía ahí fuera. Mientras Al Qaeda se reorganizaba poco

a poco y se instalaba en las áreas tribales bajo la Administración Federal de

Pakistán (FATA, por sus siglas en inglés), su líder lanzaba periódicamente

mensajes de audio y vídeo en los que incitaba a sus partidarios con

llamamientos a la yihad contra las potencias occidentales.

Desde la primera vez que hablé en público sobre la respuesta de Estados

Unidos al 11-S y me opuse a la guerra de Irak en Federal Plaza, Chicago, la

víspera de mi campaña al Senado, yo había defendido que nos centráramos

de nuevo en llevar a Bin Laden ante la justicia. Retomé el tema durante la

carrera presidencial y prometí buscar a Bin Laden en Pakistán si su

Gobierno no podía o no quería atraparle. Casi todo Washington, incluidos

Joe, Hillary y John McCain, consideró aquella promesa el ardid de un joven

senador sin experiencia en política exterior que intentaba hacerse el duro. E

incluso después de llegar a la presidencia, algunos daban por hecho que

aparcaría la cuestión de Bin Laden para abordar otros asuntos. Pero, en

mayo de 2009, tras una reunión sobre amenazas terroristas celebrada en la

sala de Crisis, llevé a varios asesores, entre ellos Rahm, Leon Panetta y

Tom Donilon, al despacho Oval y cerré la puerta.

«Quiero dar a la búsqueda de Bin Laden máxima prioridad —dije—.

Quiero ver un plan formal para dar con él. Cada treinta días, quiero encima

de mi mesa un informe de nuestros progresos. Y, Tom, incluyámoslo en una

directriz presidencial para que todo el mundo esté al corriente.»

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!