07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

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View de la cadena ABC para decir: «Quiero que muestre su certificado de

nacimiento [...]. Hay algo en ese certificado que no le gusta». En NBC, la

misma cadena que emitía en horario de máxima audiencia el programa de

telerrealidad de Trump, The Apprentice , y que claramente no veía con

malos ojos la publicidad adicional que su estrella estaba generando, Trump

les contó a los presentadores del programa Today que había enviado

investigadores a Hawái para que inquiriesen sobre mi certificado de

nacimiento. «Tengo gente que lo ha estado estudiando, y no pueden creer lo

que están descubriendo.» Más tarde, le dijo a Anderson Cooper en CNN:

«Me han dicho hace muy poco, Anderson, que el certificado de nacimiento

no aparece. Me han dicho que no está ahí y que no existe».

Fuera del universo Fox, no podía decir que ningún periodista establecido

hubiese dado credibilidad de manera explícita a estas extrañas acusaciones.

Todos ellos se esforzaban en expresar una cortés incredulidad, y le

preguntaban a Trump, por ejemplo, por qué pensaba que a George Bush y

Bill Clinton nunca se les había pedido que mostrasen sus certificados de

nacimiento. (Por lo general, contestaba diciendo algo del estilo: «Bueno,

sabemos que ellos nacieron en este país».) Pero en ningún momento se

plantaron ante Trump y lo acusaron directamente de mentir o dijeron que la

teoría de la conspiración que promovía era racista. Desde luego, mostraron

poco o ningún interés en calificar sus teorías de inaceptables, como la

abducción por extraterrestres o las conspiraciones antisemitas en los

Protocolos de los sabios de Sion. Y cuanto más oxígeno les daban los

medios, más dignas de crédito parecían.

No nos habíamos molestado en dignificar todo esto con algún tipo de

respuesta oficial por parte de la Casa Blanca, pues no teníamos ningún

interés en proporcionarle a Trump una atención aún mayor, pues sabíamos

que teníamos cosas mejores que hacer. En el Ala Oeste, el birtherism se

consideraba como un mal chiste, y a los miembros más jóvenes de mi

equipo los reconfortaba la manera en que los presentadores de los

programas nocturnos solían burlarse de «el Donald». Pero no pude evitar

darme cuenta de que los medios de comunicación no solo llevaban a Trump

para entrevistarlo; también cubrían constantemente sus incursiones en la

carrera presidencial, incluidas las ruedas de prensa y un viaje al estado de

New Hampshire, el primero en votar en las primarias. Las encuestas

mostraban que en torno a un 40 por ciento de los republicanos estaban

ahora convencidos de que no había nacido en Estados Unidos; y poco antes

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