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Una-tierra-prometida (1)

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que nuestros aliados cumplían su parte del trato y que el papel

estadounidense no iba más allá de los restrictivos límites que había

establecido. Era del todo consciente de que el apoyo de la ciudadanía

estadounidense a lo que estábamos haciendo era extraordinariamente frágil

y que cualquier contratiempo podría resultar devastador.

Tuvimos un buen susto. Nuestra primera noche en Santiago de Chile,

Michelle y yo asistimos a una cena de Estado organizada por Sebastián

Piñera, el extrovertido multimillonario de centroderecha que había sido

elegido presidente apenas un año antes. Estaba sentado en la mesa de honor,

escuchando a Piñera hablar sobre el creciente mercado del vino chileno en

China, cuando sentí un toque en el hombro y al volverme me encontré con

Tom Donilon, que tenía un aspecto aún más estresado que de costumbre.

—¿Qué pasa? —le pregunté.

Se inclinó para susurrarme al oído:

—Acabamos de saber que un caza estadounidense se ha estrellado en

Libia.

—¿Derribado?

—Fallo técnico —dijo Tom—. Dos soldados se eyectaron antes de que

cayese a tierra, y hemos recogido a uno de ellos, el piloto. Está bien... pero

el artillero sigue desaparecido. Tenemos equipos de búsqueda y rescate en

las inmediaciones del lugar del impacto, y estoy en contacto directo con el

Pentágono; en cuanto haya noticias, se las comunico.

Mientras Tom se alejaba, Piñera me lanzó una mirada inquisidora.

—¿Todo bien? —preguntó.

—Sí, lamento la interrupción —respondí, mientras repasaba mentalmente

los escenarios posibles, la mayoría de ellos malos.

Durante los siguientes noventa minutos o así, sonreí y asentí mientras

Piñera y su mujer, Cecilia Morel Montes, nos hablaban de sus hijos, de

cómo se habían conocido y de cuál era la mejor época del año para visitar la

Patagonia. En un momento dado, un grupo chileno de folk-rock llamado

Los Jaivas empezó a interpretar lo que sonaba como una versión en español

de Hair . Durante todo ese tiempo, estuve esperando sentir otro toque en el

hombro. No podía pensar en otra cosa que en el joven soldado al que había

enviado a la guerra y que ahora estaría posiblemente herido, había sido

capturado o algo incluso peor. Sentía que estaba a punto de estallar. No

volví a ver a Tom dirigiéndose hacia nosotros hasta que Michelle y yo

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