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Una-tierra-prometida (1)

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durante el periodo de transición. Al oírlo, le dije a Katie que localizara a mi

secretaria de Estado. Cuando la tuve al teléfono, no oculté mi disgusto.

«Entiendo perfectamente los problemas que podría conllevar alejarse de

Mubarak —dije—, pero he tomado una decisión y no puedo permitir que se

lancen mensajes contradictorios.» Antes de que Hillary pudiera responder,

añadí: «Y dígale a Wisner que me importa un comino en calidad de qué

hable. Tiene que cerrar la boca».

Pese a las frustraciones que experimenté al tratar con una cúpula de

seguridad nacional que seguía sintiéndose incómoda con la posibilidad de

un Egipto sin Mubarak, esa misma cúpula, en especial el Pentágono y la

comunidad de inteligencia, probablemente tuvo más impacto en el

desenlace en Egipto que cualquier declaración moralista proveniente de la

Casa Blanca. Una o dos veces al día pedíamos a Gates, Mullen, Panetta,

Brennan, entre otros, que contactaran discretamente con altos mandos del

ejército y los servicios de inteligencia egipcios para dejar claro que una

represión autorizada por los militares contra los manifestantes tendría

graves consecuencias para la futura relación entre Estados Unidos y Egipto.

Las inferencias de esos contactos entre ejércitos eran claras: la cooperación

entre Estados Unidos y Egipto y la ayuda que esta conllevaba no dependían

de si Mubarak seguía en el poder, así que los generales y jefes de

inteligencia egipcios tal vez debían pensar bien qué acciones satisfarían

mejor sus intereses institucionales.

Al parecer, nuestros mensajes surtieron efecto, ya que, la noche del 3 de

febrero, los soldados egipcios se habían interpuesto entre los partidarios de

Mubarak y los manifestantes. Las detenciones de periodistas y activistas por

los derechos humanos egipcios empezaron a reducirse. Animados por el

cambio de postura del ejército, acudieron más manifestantes pacíficos a la

plaza. Mubarak resistió una semana más y juró que no cedería a «las

presiones extranjeras». Pero el 11 de febrero, transcurridas menos de dos

semanas y media desde la primera gran protesta en la plaza Tahrir, el

vicepresidente Suleiman apareció con aspecto de agotamiento en la

televisión egipcia para anunciar que Mubarak había dejado el cargo y que

un Gobierno interino liderado por el Consejo Supremo de las Fuerzas

Armadas iniciaría el proceso de unas nuevas elecciones.

Desde la Casa Blanca vimos en CNN las imágenes de la multitud

celebrándolo en la plaza Tahrir. Muchos asesores estaban exultantes.

Samantha me envió un mensaje para decirme lo orgullosa que se sentía de

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