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Una-tierra-prometida (1)

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Había requerido un esfuerzo considerable convencer a Pete de que

aceptase el trabajo de organizar mi oficina de novato. Según decía, le

preocupaba menos el gran retroceso en estatus que esto suponía que la

posibilidad de que no le dejase tiempo suficiente para ayudar a encontrar

trabajo a todos los jóvenes del equipo que, tras la derrota de Daschle, se

habían quedado sin empleo.

Era su inquebrantable decencia y rectitud, tanto como su conocimiento,

lo que hacía de Pete un regalo del cielo. Y fue su reputación la que me

permitió reclutar a personas del máximo nivel para integrar las filas de mi

equipo. Junto con Robert Gibbs como director de Comunicación,

incorporamos como director legislativo a Chris Lu, un veterano del

Capitolio; a Mark Lippert, un joven y perspicaz reservista de la Marina,

como asesor en política exterior; y Alyssa Mastromonaco, una de las

principales lugartenientes de la campaña presidencial de Kerry, cuyo rostro

aniñado escondía un talento sin par para la resolución de problemas y la

organización de eventos, como directora de planificación. Por último,

sumamos a un joven juicioso y apuesto de veintitrés años llamado Jon

Favreau. Favs, como sería conocido, también había trabajado en la campaña

de Kerry y fue la primera opción tanto de Gibbs como de Pete para ser

nuestro redactor de discursos.

—¿No lo habíamos visto antes? —le pregunté a Gibbs tras la entrevista.

—Sí... Es el chaval que se presentó para decirte que Kerry se estaba

apropiando de una de tus frases en la convención.

Lo contraté igualmente.

Bajo la supervisión de Pete, el equipó montó oficinas en Washington,

Chicago y varios puntos en la región al sur de la ciudad. Para hacer hincapié

en nuestra atención hacia los votantes de nuestro estado, Alyssa preparó un

ambicioso calendario de reuniones públicas en Illinois (treinta y nueve el

primer año). Establecimos una estricta norma de evitar a la prensa nacional

y las tertulias televisivas de los domingos por la mañana, y centramos

nuestra atención en los periódicos y las cadenas de televisión de Illinois. Y,

lo más importante, Pete ideó un complejo sistema para gestionar el correo y

las peticiones de los electores, además de pasar muchas horas con los

ayudantes jóvenes y los becarios que trabajaban en la oficina de

correspondencia para asegurarse de que estaban al tanto de todas las

agencias federales que gestionaban los cheques de la Seguridad Social

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