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Una-tierra-prometida (1)

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nuevos permisos de asentamiento en Cisjordania. Y se negó

significativamente a ampliar la moratoria a las construcciones en Jerusalén

Este.

El optimismo que pude sentir, concesión de Bibi, duró poco. En cuanto

Netanyahu anunció el paro temporal, Abás lo tachó de insignificante,

protestando por la exclusión de Jerusalén Este y por el hecho de que la

construcción de proyectos ya aprobados continuara a buen ritmo. Insistió en

que, de no producirse un cese total, no participaría en ninguna

conversación. Otros líderes árabes se hicieron eco de esos sentimientos,

animados en parte por la línea editorial de Al Jazeera, la cadena controlada

por Qatar que se había convertido en el medio dominante en la región tras

cimentar su popularidad avivando las llamas de la ira y el resentimiento

entre árabes con la misma precisión algorítmica que Fox News desplegaba

tan hábilmente entre los votantes blancos conservadores de Estados Unidos.

La situación no hizo sino empeorar en marzo de 2010, cuando, durante

una visita de Joe Biden a Israel en una misión de buena voluntad, el

Ministerio del Interior israelí anunció la concesión de permisos para la

construcción de mil seiscientas nuevas viviendas en Jerusalén Este. Aunque

Netanyahu insistió en que él no tenía nada que ver con el momento en que

se habían aprobado los permisos, entre los palestinos la iniciativa reforzó la

percepción de que la moratoria era una farsa y Estados Unidos formaba

parte de ella. Pedí a Hillary que llamara a Netanyahu y le comunicara que

no estaba satisfecho, y reiteramos nuestro consejo de que su Gobierno

restringiera más la ampliación de los asentamientos. Su respuesta,

pronunciada en la conferencia anual del AIPAC en Washington aquel

mismo mes, fue declarar entre aplausos atronadores: «Jerusalén no es un

asentamiento. Es nuestra capital».

Al día siguiente, Netanyahu y yo nos reunimos en la Casa Blanca.

Restando importancia a la creciente tensión, acepté la ficción de que el

anuncio de la concesión de permisos había sido un simple malentendido, y

la conversación fue bien durante el tiempo asignado. Puesto que yo tenía

otro compromiso y a Netanyahu le quedaban algunos asuntos que tratar

conmigo, propuse que hiciéramos una pausa y retomáramos la charla al

cabo de una hora. Mientras tanto, su delegación se reagruparía en la sala

Roosevelt. Netanyahu dijo que no tenía problema en esperar y, tras esa

segunda sesión, acabamos la velada en términos cordiales después de más

de dos horas de reunión. Sin embargo, al día siguiente, Rahm irrumpió en la

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