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Una-tierra-prometida (1)

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instaurar la paz; no había un Havel o un Gandhi que espolearan un

movimiento no violento con fuerza moral para influir en la opinión pública

israelí. Y, sin embargo, nada de eso negaba el hecho de que millones de

palestinos carecían de autodeterminación y de muchos de los derechos

básicos de que disfrutaban incluso los ciudadanos de países no

democráticos. Varias generaciones estaban criándose en un mundo

hambriento y reducido del que literalmente no podían escapar. Su vida

cotidiana estaba sometida a los caprichos de una autoridad distante y a

menudo hostil y a las sospechas de cada soldado de rostro impasible que,

armado con un rifle, exigía ver su documentación en cada control por el que

pasaban.

Pero, cuando ocupé el cargo, la mayoría de los republicanos del

Congreso habían dejado de fingir que les preocupaba la suerte que corrieran

los palestinos. De hecho, buena parte de los evangélicos blancos, el bloque

de votantes más fiable de los republicanos, creían que la creación y

ampliación gradual de Israel cumplía la promesa de Dios a Abraham y

presagiaba el retorno de Cristo. En el bando demócrata, ni siquiera los

progresistas acérrimos estaban dispuestos a parecer menos a favor de Israel

que los republicanos, sobre todo porque muchos de ellos eran judíos o

representaban a grandes circunscripciones judías.

Asimismo, a miembros de ambos partidos les preocupaba irritar al

Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (AIPAC, por sus siglas

en inglés), un poderoso grupo de interés bipartidista dedicado a garantizar

el apoyo inquebrantable de Estados Unidos a Israel. La influencia del

AIPAC podía aplicarse a casi todos los distritos del Congreso que había en

el país y prácticamente todos los políticos de Washington, yo incluido,

tenían a miembros del AIPAC entre sus principales partidarios y donantes.

En el pasado, la organización daba cabida a todo un espectro de opiniones

sobre la paz en Oriente Próximo e insistía sobre todo en que quienes

buscaran su apoyo debían respaldar el mantenimiento de la ayuda

estadounidense a Israel y oponerse a las campañas para aislar o condenar a

este último por medio de Naciones Unidas y otros organismos

internacionales. Pero, igual que la política israelí se había escorado a la

derecha, también lo habían hecho las posiciones políticas del AIPAC. Sus

miembros y líderes argumentaban cada vez con más insistencia que los

gobiernos estadounidense e israelí debían fortalecer su alianza aunque Israel

emprendiera acciones contrarias a las políticas de Estados Unidos. Quienes

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