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Una-tierra-prometida (1)

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había sido el primer líder extranjero en reconocer formalmente a Israel

como Estado soberano, y la comunidad judía estadounidense presionó a las

autoridades para que ayudaran a la incipiente nación. Puesto que las dos

superpotencias de la Guerra Fría competían por la influencia en Oriente

Próximo, Estados Unidos se convirtió en el principal mecenas de Israel y,

en consecuencia, los problemas de este con sus vecinos también se

convirtieron en problemas para Estados Unidos.

Desde entonces, casi todos los presidentes estadounidenses habían

intentado resolver el conflicto árabe-israelí con desigual fortuna. Los

históricos acuerdos de Camp David, negociados en 1978 por Jimmy Carter,

consiguieron una paz duradera entre Israel y Egipto, que recuperó el control

del Sinaí. El acuerdo, que supuso el Premio Nobel de la Paz para

Menachem Begin, el primer ministro israelí, y Anwar el-Sadat, el

presidente egipcio, también alejó más a Egipto de la órbita soviética y

convirtió a ambos países en socios de seguridad cruciales para Estados

Unidos (además de los mayores receptores de ayuda económica y militar

estadounidense en el mundo por un amplio margen). Pero la cuestión

palestina quedó por resolver. Quince años después, tras el fin de la Guerra

Fría y en el apogeo de la influencia estadounidense, Bill Clinton reunió al

primer ministro israelí Yitzhak Rabin y a Arafat para firmar el primer

acuerdo de Oslo. En él, la OLP reconocía finalmente el derecho de Israel a

existir, mientras que Israel reconocía a la OLP como representante legítimo

del pueblo palestino y aceptaba la creación de la Autoridad Palestina, que

ejercería un gobierno limitado pero importante en Cisjordania y la franja de

Gaza.

Además de permitir que Jordania siguiera el ejemplo de Egipto y

rubricara un acuerdo de paz con Israel, el acuerdo de Oslo ofreció un marco

para la posterior creación de un Estado palestino autónomo, que, en

condiciones idóneas, coexistiría con un Israel seguro y en paz con sus

vecinos. Pero las viejas heridas y la tentación de la violencia en detrimento

del compromiso entre ambas facciones fueron demasiado. Rabin fue

asesinado por un israelí de extrema derecha en 1995. Shimon Peres, su

sucesor liberal, ocupó el cargo durante siete meses y perdió unas elecciones

anticipadas ante Benjamin «Bibi» Netanyahu, el líder del Likud, un partido

de derechas cuyo programa incluyó en su día la anexión total de los

territorios palestinos. Descontentas con los acuerdos de Oslo,

organizaciones de línea dura como Hamás y la Yihad Islámica Palestina se

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