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Una-tierra-prometida (1)

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líderes sionistas aceptaron el plan, pero los palestinos árabes, así como las

naciones árabes circundantes que también acababan de salir de un gobierno

colonial, se opusieron enérgicamente. Cuando Gran Bretaña se retiró,

ambos bandos entraron en guerra de inmediato. Y, cuando las milicias

judías se alzaron victoriosas en 1948, nació de manera oficial el Estado de

Israel.

Para el pueblo judío era la consecución de un sueño, un estado propio en

su patria histórica tras siglos de exilio, persecución religiosa y los horrores

del Holocausto, más recientes. Pero, para unos setecientos mil palestinos

árabes que perdieron su estado y fueron expulsados de sus tierras, aquellos

mismos acontecimientos formarían parte de lo que se dio a conocer como la

Nakba, o «catástrofe». Durante tres décadas, Israel iniciaría una sucesión de

conflictos con sus vecinos árabes, el más destacado de ellos fue la guerra de

los Seis Días de 1967, en la que un ejército israelí, en clara inferioridad

numérica, derrotó a los de Egipto, Jordania y Siria. En el proceso, Israel

arrebató el control de Cisjordania y Jerusalén Este a Jordania, el de la franja

de Gaza y la península del Sinaí a Egipto y el de los Altos del Golán a Siria.

El recuerdo de aquellas derrotas y la humillación que las acompañó se

convirtió en un aspecto definitorio del nacionalismo árabe, y el apoyo a la

causa palestina sería un dogma fundamental de su política exterior.

Entre tanto, los palestinos que vivían en los territorios ocupados, la

mayoría en campos de refugiados, eran gobernados por las Fuerzas de

Defensa de Israel (FDI). Sus movimientos y actividad económica se vieron

gravemente restringidos, lo cual motivó llamamientos a la resistencia

armada y provocó el auge de la Organización para la Liberación de

Palestina (OLP). Los políticos árabes denunciaban con frecuencia a Israel, a

menudo utilizando términos explícitamente antisemitas, y la mayoría de los

gobiernos de la región ensalzaban a Yaser Arafat, el presidente de la OLP,

como un combatiente por la libertad, pese a que su organización y sus

afiliados participaban en sangrientos atentados terroristas cada vez más

numerosos contra civiles desarmados.

Estados Unidos no era un mero observador en todo aquello.

Generaciones de judíos estadounidenses habían sufrido discriminación en

su propio país, pero, estos y otros judíos que inmigraron a Israel desde

Occidente aún compartían un idioma, tradiciones y la apariencia en general

con sus compatriotas cristianos, y en comparación con los árabes, todavía

gozaban de mucha más simpatía entre sus conciudadanos. Harry Truman

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