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Una-tierra-prometida (1)

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Si a finales de 2010 alguien me hubiera preguntado dónde había más

posibilidades de que se produjera la siguiente gran crisis en Oriente

Próximo, le podría haber ofrecido un amplio abanico de opciones. Por

supuesto, estaba Irak, donde, a pesar de los progresos, a menudo parecía

que solo hacía falta una bomba en un mercado o un ataque de una milicia

para regresar al caos. Las sanciones internacionales que habíamos impuesto

a Irán en respuesta a su programa nuclear habían empezado a hacer

estragos, y cualquier desafío o desesperación por parte del régimen podían

desembocar en un enfrentamiento que acabara descontrolándose. Yemen,

uno de los verdaderos ejemplos mundiales de mala suerte, se había

convertido en el cuartel general de Al Qaeda en la península Arábiga, que

en aquel momento era la sección más mortífera y activa de la red terrorista.

Y luego estaban los escasos centenares de kilómetros de frontera

serpenteante y disputada que separaban Israel de los territorios palestinos de

Cisjordania y la franja de Gaza.

Mi Administración no era en modo alguno la primera que perdía el sueño

por aquellos relativamente angostos territorios. El conflicto entre árabes y

judíos era una herida abierta en la región desde hacía casi un siglo. Se

remontaba a la Declaración Balfour de 1917, en la que los británicos, que

en aquel momento ocupaban Palestina, se comprometieron a crear un

«hogar nacional para el pueblo judío» en una zona ocupada

mayoritariamente por árabes. Durante los veinte años posteriores, los

líderes sionistas movilizaron una oleada de migración judía a Palestina y

organizaron unas fuerzas armadas bien entrenadas para defender sus

asentamientos. En 1947, después de la Segunda Guerra Mundial y a la

sombra de los atroces crímenes del Holocausto, Naciones Unidas aprobó un

plan de partición para crear dos estados soberanos, uno judío y el otro

árabe, y Jerusalén, una ciudad considerada sagrada por musulmanes,

cristianos y judíos, que sería gobernada por un organismo internacional. Los

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