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Una-tierra-prometida (1)

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congresistas que se oponían a la derogación, incluido John McCain,

afirmaban que introducir una normativa tan perturbadora en tiempos de

guerra equivaldría a traicionar a nuestros soldados.) Sin embargo, debo

reconocer que Bob Gates y Mike Mullen ni se inmutaron cuando, al

principio de mi mandato, les dije que tenía intención de revocar la DADT.

Gates respondió que ya había pedido a su equipo que empezase a preparar

discretamente planes internos para gestionar el asunto, no tanto por ningún

entusiasmo personal ante el cambio como por la preocupación práctica de

que los tribunales federales pudiesen dictaminar en última instancia que la

DADT era inconstitucional y obligasen al ejército a cambiar la norma de la

noche a la mañana. En lugar de intentar disuadirme de mi postura, Gates y

Mullen me pidieron que les permitiese organizar un equipo de trabajo que

evaluase las consecuencias del cambio que se proponía sobre las

operaciones del ejército y llevase a cabo una amplia encuesta de la actitud

de los soldados ante la posibilidad de tener entre sus filas compañeros

abiertamente gais. El objetivo, según Gates, era minimizar la perturbación y

la división.

«Si va a hacer esto, señor presidente —añadió—, al menos deberíamos

poder decirle cómo hacerlo de la mejor manera.»

Les advertí que no consideraba la discriminación contra las personas

LGBTQ un asunto que pudiese someterse a plebiscito. No obstante, accedí

a su petición, en parte porque confiaba en que establecerían un sistema de

evaluación honesto, pero sobre todo porque sospechaba que la encuesta

demostraría que nuestros soldados —la mayoría de los cuales eran varias

décadas más jóvenes que los generales de alto rango— eran más tolerantes

hacia gais y lesbianas de lo que la gente suponía. En su declaración ante el

Comité de las Fuerzas Armadas del Senado el 2 de febrero de 2010, Gates

reafirmó mi confianza en él cuando aseguró: «Respaldo sin reservas la

decisión del presidente» de reevaluar la DADT. Pero fue el testimonio de

Mike Mullen ante el comité ese mismo día el que de verdad dio que hablar,

pues se convirtió en la primera autoridad de alto rango militar en ejercicio

en la historia de Estados Unidos en argumentar de forma pública que debía

permitirse que las personas LGBTQ sirviesen en el ejército abiertamente

como tales: «Señor presidente del comité, hablo en exclusiva en mi propio

nombre cuando digo que creo que sería lo correcto permitir que gais y

lesbianas sirvan abiertamente. Por muchas vueltas que le doy al asunto, no

consigo evitar tener la incómoda sensación de que tenemos en vigor una

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