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Una-tierra-prometida (1)

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de la gente. Y por mucho que lo hubiese deseado, Mahatma Gandhi no

estaba allí para decirme qué podía hacer para refrenar sus impulsos.

A lo largo de la historia era habitual que el Congreso moderase sus

ambiciones durante el periodo de seis o siete semanas entre el día de las

elecciones y el receso por Navidades, aún más cuando su control iba a pasar

de un partido al otro. Los descorazonados perdedores solo querían irse a

casa; los ganadores, que se agotase la cuenta atrás y tomasen posesión los

recién elegidos. El 5 de enero de 2011, la Cámara de Representantes tendría

el mayor número de republicanos desde 1947, lo que significaba que yo no

podría someter a votación ningún proyecto de ley, y menos aún conseguir

que se aprobase, sin la aquiescencia del nuevo presidente de la Cámara,

John Boehner. Y si cabía alguna duda sobre cuáles eran sus intenciones, él

ya había anunciado que el primer proyecto de ley que sometería a votación

sería la derogación total del Obamacare.

Sin embargo, disponíamos de una ventana de oportunidad durante el

inminente periodo de sesiones de «pato cojo». [6] A la vuelta de mi viaje a

Asia, estaba decidido a conseguir que varias iniciativas clave llegasen a

buen puerto antes de que el Congreso suspendiese sus actividades por las

vacaciones: la ratificación del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas

III (START III), de no proliferación nuclear, que habíamos negociado con

los rusos; la derogación de «No preguntes, no lo digas» (DADT, por sus

siglas en inglés), la ley que impedía que gais, lesbianas y bisexuales

sirviesen abiertamente como tales en el ejército; y la aprobación de la Ley

DREAM, que establecería una vía para que una importante proporción de

los hijos de inmigrantes indocumentados pudieran acceder a la ciudadanía.

Pete Rouse y Phil Schiliro, que acumulaban entre ambos casi setenta años

de experiencia en el Capitolio, se mostraron dubitativos cuando repasé ante

ellos mi lista de tareas durante el pato cojo. Axe directamente soltó una

risotada.

«¿Nada más?», preguntó con tono sarcástico.

De hecho, sí había algo más. Había olvidado mencionar que

necesitábamos que se aprobase el proyecto de ley sobre nutrición infantil

que Michelle había convertido en elemento central de su lucha contra la

obesidad infantil. «Es una buena norma —dije— y el equipo de Michelle ha

hecho un trabajo fantástico para reunir apoyos entre los activistas a favor de

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