07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Kaur, organizaron en su residencia una cena de gala en nuestro honor, y

antes de unirnos al resto de invitados en un patio iluminado por velas, Singh

y yo charlamos unos minutos a solas. Sin la habitual comitiva de ayudantes

y apuntadores a nuestro alrededor, el primer ministro habló más

abiertamente sobre las nubes que oteaba en el horizonte. Me dijo que le

preocupaba la economía. Aunque India había salido mejor parada que

muchos otros países de la crisis financiera, resultaría inevitable que la

ralentización global dificultase la creación de empleo para una población

india joven y en rápido crecimiento. A eso se sumaba el problema de

Pakistán: su negativa a colaborar con India en la investigación de los

ataques terroristas de 2008 en hoteles y otros lugares de Bombay había

elevado sustancialmente la tensión entre ambos países, algo que parecía

deberse en parte a que Lashkar-e-Toiba, la organización terrorista

responsable de los atentados, tenía vínculos con el servicio de inteligencia

pakistaní. Singh se había resistido a los llamamientos a tomar represalias

contra Pakistán tras los ataques, pero su contención había supuesto un coste

político para él. Temía que el creciente sentimiento antimusulmán hubiese

fortalecido la influencia de la principal fuerza de la oposición india, el

nacionalista hindú Partido Popular Indio.

«En tiempos de incertidumbre, presidente —dijo el primer ministro—,

los cantos de la solidaridad religiosa y étnica pueden ser embriagadores. Y

no es muy difícil que los políticos saquen provecho de ello, en India o en

cualquier otro lugar.»

Asentí mientras recordaba la conversación que había tenido con Václav

Havel durante mi visita a Praga, y su advertencia sobre la creciente ola de

iliberalismo en Europa. Si la globalización y una crisis económica histórica

estaban alimentando estas tendencias en países relativamente ricos —si lo

veía incluso en Estados Unidos con el Tea Party—, ¿cómo iba India a ser

inmune? Lo cierto era que, a pesar de la resiliencia de su democracia y el

impresionante comportamiento de su economía en los últimos tiempos,

India aún distaba mucho de ser la sociedad igualitaria, pacífica y sostenible

que Gandhi imaginó. En todo el país, todavía había millones de personas

que vivían en extrema pobreza, atrapadas en aldeas recocidas por el sol o en

laberínticos poblados chabolistas, mientras los titanes de la industria india

disfrutaban de un estilo de vida que habría sido la envidia de los rajás y los

magnates de antaño. La violencia, tanto pública como privada, era una

faceta aún —demasiado— ubicua de la vida en India. Expresar hostilidad

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!