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Una-tierra-prometida (1)

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En teoría, todos estábamos de acuerdo en que la idea tenía sentido. ¿Por

qué no utilizar el procesamiento de los presos más famosos de Guantánamo

para mostrar la capacidad del sistema judicial penal en el manejo de los

casos de terrorismo de una manera justa y legítima? ¿Y qué mejor sede para

hacer justicia que la ciudad que había sido la principal víctima de esos

horribles crímenes, en un juzgado a pocas manzanas de la Zona Cero? Tras

meses de meticuloso trabajo, Eric y su equipo se sintieron seguros de que el

caso contra los conspiradores del 11-S se podía llevar a cabo sin utilizar las

evidencias obtenidas mediante ahogamientos simulados; en parte porque

ahora teníamos una mayor cooperación de otros países que antes se habían

mostrado reacios a participar. El alcalde de Nueva York, Michael

Bloomberg, había apoyado el plan de Eric. También el senador por Nueva

York, el demócrata Chuck Schumer.

Pero entonces, en las semanas posteriores al intento de atentado de

Navidad, la opinión dominante en Nueva York dio un desconcertante giro

de ciento ochenta grados. Un grupo de familiares de las víctimas del 11-S

organizó una serie de manifestaciones para protestar por la decisión de Eric.

Más tarde descubrimos que su líder, la hermana de uno de los pilotos

muertos en el ataque al Pentágono, había fundado una organización que se

dedicaba a oponerse a cada una de las iniciativas por revertir las políticas de

seguridad nacional de la era Bush, que se sostenía con el aporte de donantes

conservadores y era financiada por destacados republicanos (entre ellas Liz

Cheney, la hija del exvicepresidente). A continuación, el alcalde Bloomberg

—que al parecer estaba siendo presionado por intereses inmobiliarios

preocupados por cómo el juicio podía afectar a sus proyectos de

reconstrucción— retiró abruptamente su apoyo, declarando que un juicio

como aquel sería demasiado caro y perturbador. Chuck Schumer le imitó

enseguida, al igual que la presidenta del Comité Selecto del Senado sobre

Inteligencia, Dianne Feinstein. Con los líderes políticos de Nueva York, un

activo contingente de familias de víctimas del 11-S y miembros influyentes

de nuestro propio partido alineados en nuestra contra, Eric sintió que no

tenía más alternativa que realizar una retirada táctica, confirmando que si

bien seguía resuelto a juzgar a los cómplices del 11-S en tribunales civiles y

no militares, el Departamento de Justicia iba a buscar otras sedes fuera de

Nueva York.

Fue un retroceso significativo para nuestra estrategia general de cerrar el

centro militar de detención de la Bahía de Guantánamo, y grupos de

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