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Una-tierra-prometida (1)

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deberían hacer nada sin consultarlo antes conmigo». En un tiempo récord

reclutó a un equipo de hidrólogos y geofísicos independientes para que

trabajaran con él. Convenció a BP de que utilizara escáneres de rayos gama

para diagnosticar qué había ido mal con el bloqueador de erupción del pozo

y a instalar medidores de presión para obtener datos reales sobre lo que

estaba ocurriendo en la base. Chu y su equipo insistieron mucho en que a

cualquier iniciativa de sellarlo debía precederle una minuciosa evaluación

de los riesgos de que ese trabajo detonara una cascada de filtraciones

subterráneas incontrolable (y una catástrofe aún peor).

Chu y los ingenieros de BP acordaron al fin que la mejor solución era

colocar un segundo bloqueador de erupción más pequeño —llamado

«dispositivo de taponamiento»— encima del que había fallado, que

utilizaría una serie de válvulas secuenciales para frenar la filtración. Pero

tras revisar el diseño inicial de BP —y pedirle a los científicos e ingenieros

del Gobierno en el Laboratorio Nacional de Los Álamos y en otros lugares

que hicieran una serie de simulaciones en sus superordenadores— a Chu le

pareció que era inadecuado, y el equipo se puso a trabajar a toda prisa en

una versión revisada del diseño. Un día Axe entró en el despacho Oval y me

dijo que se acababa de cruzar con Chu en una cafetería cercana; estaba

sentado con el plato intacto, dibujando distintos modelos de dispositivos de

bloqueo en la servilleta.

«Intentó explicarme cómo funcionaba el artefacto —dijo Axe—, pero le

dije que ya tenía bastante con decidir qué iba a pedir para almorzar.»

El dispositivo de taponamiento final pesaba setenta y cinco toneladas,

tenía nueve metros de altura y, por insistencia de Chu, incluía una gran

cantidad de medidores de presión que nos darían una información crucial

para evaluar su eficacia. En un plazo de semanas el dispositivo estaba

correctamente ubicado sobre el pozo y listo para ser puesto a prueba. El 15

de julio, los ingenieros de BP cerraron las válvulas del dispositivo, que se

mantuvo en su sitio. Por primera vez en ochenta y siete días, el pozo

Macondo dejó de verter petróleo.

En nuestra línea de suerte habitual, la semana siguiente una tormenta

tropical amenazó con pasar por la ubicación del Macondo. Chu, Thad Allen

y el director ejecutivo Bob Dudley tuvieron que decidir rápidamente si

abrían o no las válvulas antes de que las embarcaciones que participaban en

las labores de contención y los empleados de BP encargados de monitorear

la integridad del dispositivo de taponamiento despejaran la zona del

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