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Una-tierra-prometida (1)

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abrir nuevas zonas de perforación provocó la ira de Graham; en lugar de

verlo como una señal de buena fe por nuestra parte, se quejó de que le

habíamos debilitado al quitarle una herramienta de negociación clave.

Empezaron a circular rumores de que esperaba el momento oportuno para

abandonar el proyecto.

Todo esto sucedió antes del accidente de la Deepwater. Con los

telediarios mostrando imágenes infernales de la plataforma en llamas,

sabíamos que lo más probable era que los grupos ecologistas se echaran

atrás en cualquier proyecto que aumentara las perforaciones offshore . Y

eso, llegado el momento, le daría a Graham la excusa que necesitaba para

abandonar el barco. Lo mirara por donde lo mirara, llegaba siempre a la

misma conclusión: mis ya de por sí bajas probabilidades de conseguir que

se aprobara una ley medioambiental antes de las elecciones de medio

mandato acababan de desvanecerse.

La mañana siguiente a la explosión de la Deepwater, me consoló leer en

algunos informes que una parte importante del petróleo liberado por la

explosión estaba ardiendo en la superficie del mar, lo que al menos reducía

ligeramente la perspectiva de un perjuicio medioambiental grave. Carol

confirmó que las embarcaciones de seguridad de BP y de la guardia costera

estadounidense habían llegado rápidamente, que ya estaban en marcha las

operaciones de búsqueda y rescate de los trabajadores desaparecidos, y que

estábamos en contacto directo con las autoridades locales y estatales.

Debido a una ley federal aprobada en 1989 tras el accidente del buque

petrolero Exxon Valdez en Alaska, BP tenía la responsabilidad absoluta de

la limpieza del vertido. Aun así, pedí a la guardia costera, a la Agencia de

Protección Ambiental (EPA) y al Departamento del Interior que evaluaran

el daño y brindaran todo el apoyo que precisara la compañía.

Con la sensación de que habíamos manejado la situación de forma

razonable, seguí con mi agenda y al día siguiente viajé a Nueva York para

dar un discurso sobre la reforma de Wall Street. Cuando aterricé, la

catástrofe había empeorado. Debilitada por el continuo incendio, la

estructura completa de la Deepwater había colapsado y se había hundido en

el mar. Escupiendo una masa de humo negro las treinta y tres mil toneladas

habían desaparecido de la vista y dañado casi con toda seguridad los

equipamientos submarinos que tenían debajo. Con las incógnitas

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