Una-tierra-prometida (1)
de control de máquinas de la plataforma y ardieron rápidamente, lo quesacudió la estructura completa con un par de explosiones violentas. Unatorre de fuego iluminó el cielo nocturno, mientras los miembros del equipohuían en desbandada hacia los botes salvavidas o saltaban a las aguasrepletas de escombros. De las ciento veintiséis personas a bordo de laplataforma, noventa y ocho consiguieron escapar sin lesiones físicas,diecisiete sufrieron heridas y once trabajadores desaparecieron. LaDeepwater Horizon siguió ardiendo durante las siguientes treinta y seishoras; la descomunal bola de fuego y humo podía verse a kilómetros dedistancia.Yo estaba en la residencia cuando me informaron de lo que estabasucediendo en el golfo, acababa de regresar de un viaje por la costa oeste,adonde había ido a recaudar fondos para los candidatos demócratas alCongreso. Mi primer pensamiento fue «otra vez no». Apenas quince díasantes, una explosión de polvo de carbón en la mina Upper Big Branch deMassey Energy, en Virginia Occidental, se había cobrado la vida deveintinueve operarios, el peor accidente minero en casi cuarenta años.Aunque la investigación estaba en sus primeras fases, ya sabíamos queMassey tenía un largo historial de incumplimiento de normas de seguridad.La plataforma Deepwater, en cambio, no había tenido ningún incidenteimportante en siete años. Aun así, no podía evitar relacionar los dosaccidentes y sopesar el coste humano que implicaba la dependenciamundial de los combustibles fósiles: la cantidad de personas que estabanobligadas a arriesgar a diario sus pulmones, sus riñones y a veces hasta suvida para llenar nuestros depósitos de gasolina, mantener las lucesencendidas, y generar ganancias estratosféricas a distantes ejecutivos yaccionistas.Sabía también que la explosión tendría serias consecuencias en nuestraagenda de energía. Unas semanas antes había autorizado al Departamentodel Interior que permitiera la venta de algunas concesiones offshore , paraempezar a explorar (aunque no a producir) al este del golfo y en los maresfrente a las costas de los estados del Atlántico y Alaska. Cumplía unapromesa electoral: en pleno incremento del precio del petróleo y con lapropuesta de McCain-Palin de abrir la franja costera de Estados Unidos aventas al por mayor de concesiones de perforación subiendo en las
encuestas, me había comprometido a considerar una expansión limitada dela perforación como parte de una estrategia de energía de «todo lo anterior».Políticamente hablando, cualquier transición hacia un futuro de energíaslimpias llevaría décadas; mientras eso ocurriera, yo no tenía ningúnproblema en aumentar la producción de petróleo y gas de Estados Unidospara reducir nuestra dependencia de las importaciones de petroestadoscomo Rusia y Arabia Saudí.Sobre todo, mi decisión de permitir nuevas perforaciones de exploraciónera un intento desesperado de salvaguardar nuestra legislación sobre elcambio climático, que entonces se encontraba en terapia intensiva. El otoñoanterior, cuando el senador republicano Lindsey Graham aceptó ayudarnosa diseñar un proyecto de ley medioambiental para ambos partidos, nosadvirtió de que íbamos a tener que dar algo a cambio para conseguirsuficiente apoyo republicano con el fin de evitar las tácticas dilatorias, y laautorización de más perforaciones offshore ocupaba el primer lugar de sulista. Confiando en las palabras de Graham, Joe Lieberman y John Kerry sepasaron varios meses trabajando con Carol Browner para intentar convencera los grupos ecologistas de que el intercambio valía la pena; sostenían quelos riesgos medioambientales de la perforación offshore se habían reducidogracias a los avances tecnológicos, y que cualquier acuerdo final impediríala actividad de las petroleras en áreas sensibles como el refugio nacional deVida Silvestre del Ártico.Al menos algunos grupos ecologistas estaban dispuestos a cooperar. Peropor desagracia a medida que pasaban los meses resultaba cada vez másevidente que Graham no iba a poder cumplir con su parte del trato. No esque no lo intentara. Trabajó para que las petroleras aceptaran el acuerdo ybuscó a republicanos moderados, como Susan Collins y Olympia Snowe, ya senadores de estados petroleros como Lisa Murkowski, de Alaska, con laesperanza de que copatrocinaran el proyecto de ley. Pero no importaban lasconcesiones que Kerry y Lieberman estuvieran dispuestos a hacer, Grahamno logró involucrar a nadie en el caucus republicano. El precio político decooperar con mi Administración seguía siendo demasiado alto.El propio Graham había empezado a pagar un precio por trabajar en elproyecto de ley medioambiental, tanto por parte de los votantes como de losmedios. Sus exigencias para seguir trabajando en el proyecto aumentaron,lo que hizo que para Kerry fuera más difícil que retener a los gruposecologistas. Hasta el anuncio de que estábamos preparando el terreno para
- Page 613 and 614: »Por descontado, puede que me equi
- Page 615 and 616: cuenta de que, a pesar de todo el p
- Page 617 and 618: 22Las rachas están en la naturalez
- Page 619 and 620: detención de la Bahía de Guantán
- Page 621 and 622: épica y la deshonestidad en los co
- Page 623 and 624: todo. Y tampoco lo van a saber los
- Page 625 and 626: estadounidense empezara a crecer de
- Page 627 and 628: embargo, Cameron se mantenía cerca
- Page 629 and 630: Una vez más nuestros colegas europ
- Page 631 and 632: Francia, a veces no solo rechazaron
- Page 633 and 634: afortunados que tenían pareja, se
- Page 635 and 636: con unos despachos notoriamente pla
- Page 637 and 638: gente prefería confiar en ellos. S
- Page 639 and 640: No era la primera vez que Valerie c
- Page 641 and 642: desaliento y me habitué entonces a
- Page 643 and 644: normal, como me hicieron recordar e
- Page 645 and 646: estrella modificando un arreglo con
- Page 647 and 648: Había momentos en que realmente se
- Page 649 and 650: lo que habíamos hecho por salvarlo
- Page 651 and 652: acusaciones de la izquierda frente
- Page 653 and 654: En junio de 2009, tras meses afinan
- Page 655 and 656: Tras haber firmado una legislación
- Page 657 and 658: las operaciones por venta propia te
- Page 659 and 660: supervisión para una agencia de la
- Page 661 and 662: mejoras introducidas por la ley seg
- Page 663: Solo uno de esos pozos, el Tíber,
- Page 667 and 668: multiplicándose a toda velocidad,
- Page 669 and 670: un kilómetro y medio de profundida
- Page 671 and 672: defensor de las grandes compañías
- Page 673 and 674: antigua decana de la Escuela de Der
- Page 675 and 676: propio equipo, y preferían creer a
- Page 677 and 678: problemas políticos». Hasta Sasha
- Page 679 and 680: desastre que había tardado década
- Page 681 and 682: deberían hacer nada sin consultarl
- Page 683 and 684: de la comisión de vertidos de petr
- Page 685 and 686: nacido en Pakistán y que había re
- Page 687 and 688: dando a entender que debería haber
- Page 689 and 690: quiero es que la gente haga su mald
- Page 691 and 692: relacionada con esos interrogatorio
- Page 693 and 694: Sin embargo, entendía que la gente
- Page 695 and 696: mayor peso de toda esa indignación
- Page 697 and 698: En teoría, todos estábamos de acu
- Page 699 and 700: Tal y como se desarrollaron las cos
- Page 701 and 702: Y ¿por qué no? Lo cierto era que
- Page 703 and 704: Seguí al pie del cañón hasta fin
- Page 705 and 706: 24«¿A quién le toca?»Pete Souza
- Page 707 and 708: hizo en épocas pasadas, en torno a
- Page 709 and 710: dos asesores políticos más cercan
- Page 711 and 712: Aun así, no podía evitar sentir c
- Page 713 and 714: subcontinente ni de evitar su parti
encuestas, me había comprometido a considerar una expansión limitada de
la perforación como parte de una estrategia de energía de «todo lo anterior».
Políticamente hablando, cualquier transición hacia un futuro de energías
limpias llevaría décadas; mientras eso ocurriera, yo no tenía ningún
problema en aumentar la producción de petróleo y gas de Estados Unidos
para reducir nuestra dependencia de las importaciones de petroestados
como Rusia y Arabia Saudí.
Sobre todo, mi decisión de permitir nuevas perforaciones de exploración
era un intento desesperado de salvaguardar nuestra legislación sobre el
cambio climático, que entonces se encontraba en terapia intensiva. El otoño
anterior, cuando el senador republicano Lindsey Graham aceptó ayudarnos
a diseñar un proyecto de ley medioambiental para ambos partidos, nos
advirtió de que íbamos a tener que dar algo a cambio para conseguir
suficiente apoyo republicano con el fin de evitar las tácticas dilatorias, y la
autorización de más perforaciones offshore ocupaba el primer lugar de su
lista. Confiando en las palabras de Graham, Joe Lieberman y John Kerry se
pasaron varios meses trabajando con Carol Browner para intentar convencer
a los grupos ecologistas de que el intercambio valía la pena; sostenían que
los riesgos medioambientales de la perforación offshore se habían reducido
gracias a los avances tecnológicos, y que cualquier acuerdo final impediría
la actividad de las petroleras en áreas sensibles como el refugio nacional de
Vida Silvestre del Ártico.
Al menos algunos grupos ecologistas estaban dispuestos a cooperar. Pero
por desagracia a medida que pasaban los meses resultaba cada vez más
evidente que Graham no iba a poder cumplir con su parte del trato. No es
que no lo intentara. Trabajó para que las petroleras aceptaran el acuerdo y
buscó a republicanos moderados, como Susan Collins y Olympia Snowe, y
a senadores de estados petroleros como Lisa Murkowski, de Alaska, con la
esperanza de que copatrocinaran el proyecto de ley. Pero no importaban las
concesiones que Kerry y Lieberman estuvieran dispuestos a hacer, Graham
no logró involucrar a nadie en el caucus republicano. El precio político de
cooperar con mi Administración seguía siendo demasiado alto.
El propio Graham había empezado a pagar un precio por trabajar en el
proyecto de ley medioambiental, tanto por parte de los votantes como de los
medios. Sus exigencias para seguir trabajando en el proyecto aumentaron,
lo que hizo que para Kerry fuera más difícil que retener a los grupos
ecologistas. Hasta el anuncio de que estábamos preparando el terreno para