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Una-tierra-prometida (1)

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Solo uno de esos pozos, el Tíber, contenía lo que se estimaba en la

exorbitante cifra de tres mil millones de barriles de petróleo. Para acceder a

ellos, en 2009 los equipos de la Deepwater habían perforado uno de los

pozos más profundos de los que se tenía registro; más de diez mil metros

por debajo de los mil doscientos metros de agua, una profundidad mayor

que la altura del monte Everest desde la superficie del mar.

Con la esperanza de repetir el éxito, a principios de 2010 BP envió a la

Deepwater Horizon a perforar un pozo exploratorio en otro yacimiento

potencial llamado Macondo. Ubicado a unos ochenta kilómetros de la costa

de Luisiana, el Macondo no era tan profundo como el Tíber; «apenas» unos

seis mil metros aproximadamente. Pero en la perforación submarina

ultraprofunda no existe el trabajo rutinario. Acceder a cada pozo presenta

desafíos únicos, con frecuencia semanas de retoques, cálculos complejos y

decisiones específicas para el caso. Y el Macondo resultó ser un yacimiento

particularmente difícil debido a que se trataba de una formación frágil y con

niveles desiguales de presión del fluido.

Pronto el proyecto empezó a acumular semanas de retraso, lo que costaba

a BP millones de dólares. Los ingenieros, diseñadores y constructores no se

ponían de acuerdo sobre algunos aspectos del diseño del pozo. Aun así, el

20 de abril, el pozo alcanzó los cinco kilómetros y medio por debajo de la

superficie del mar y parecía casi completo. Un equipo de Halliburton, una

de las constructoras del proyecto, inyectó en el pozo el cemento para sellar

los bordes de la tubería. Cuando fraguó el cemento, los ingenieros de BP

comenzaron a realizar una serie de pruebas de seguridad para trasladar

luego la Deepwater a su siguiente encargo.

Poco después de las 17.00, una de esas pruebas reveló una posible fuga

de gas en el revestimiento de cemento, lo que indicaba una situación

potencialmente peligrosa. A pesar de las señales de alerta, los ingenieros de

BP decidieron continuar con el proceso, bombeando el fangoso lubricante

que se empleaba para compensar los desajustes de presión durante la

perforación. A las 21.30, una poderosa corriente de gas se introdujo por la

tubería de perforación. Un conjunto de cuatrocientas toneladas de válvulas

de emergencia que conforman lo que se llama el «bloqueador de explosión»

—diseñado para sellar el pozo ante la posibilidad de un aumento repentino

de la presión— fallaron, lo que permitió que el gas altamente presurizado y

combustible erupcionara a través de la plataforma, lanzando un géiser negro

de lodo lubricante hacia el cielo. Las nubes de gas se acumularon en la sala

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