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Una-tierra-prometida (1)

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En junio de 2009, tras meses afinando el texto, nuestro borrador para la

legislación de una reforma financiera estaba listo para ir al Congreso.

Aunque no contenía todas las cláusulas que había pedido la izquierda,

seguía siendo un esfuerzo tremendamente ambicioso para adaptar las

regulaciones del siglo XX para una economía del siglo XXI .

La esencia del paquete era una propuesta de incremento del porcentaje de

capital de todas las instituciones financieras de importancia «sistémica» —

ya fueran bancos o no— que era necesario que guardaran. Más capital

implicaba menos préstamos para apuestas arriesgadas. Más liquidez

implicaba que esas instituciones pudieran resistir mejor las rachas de una

caída del mercado. Al forzar a los jugadores principales de Wall Street a

mantener un mayor colchón de capital contra las pérdidas, se fortalecería el

sistema completo; y para asegurarnos de que esas instituciones

funcionaban, tendrían que someterse regularmente al mismo test de estrés

que habíamos aplicado en el peor momento de la crisis.

Necesitábamos, asimismo, un mecanismo formal que permitiera que

cualquier compañía, sin importar cuán grande fuera, pudiera caer de una

manera ordenada, sin contaminar todo el sistema. La Corporación Federal

de Seguro de Depósitos ya tenía poder para situar a cualquier banco

asegurado federalmente en lo que equivalía a un procedimiento de

bancarrota estructurada, con unas reglas que indicaban cómo se debían

liquidar los activos y repartir lo que quedara entre los demandantes. Nuestro

borrador de ley le daba a la Reserva Federal una autoridad comparable

sobre todas las instituciones importantes para el sistema, fueran bancos o no

lo fueran.

Para mejorar la consistencia de la ejecución, propusimos una multitud de

funciones y responsabilidades de diversas agencias federales. Con el fin de

facilitar una respuesta más rápida en caso de un movimiento brusco del

mercado, formalizamos la autoridad para muchas de las acciones de

emergencia —«preparar el terreno», como lo llamaba nuestro equipo

económico— que la Reserva Federal y el Tesoro habían empleado durante

la reciente crisis. Y para atajar potenciales problemas antes de que se fueran

de las manos, nuestro borrador para la legislación intensificaba las reglas

que gobernaban los mercados especializados que constituían buena parte de

las tuberías del sistema financiero. Prestamos atención especial a la compra

y venta de derivados financieros, ese tipo de valores con frecuencia

impenetrables que habían ayudado a intensificar las pérdidas en todo el

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