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Una-tierra-prometida (1)

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estrella modificando un arreglo con la banda. Me maravillaba la maestría de

todos ellos con sus instrumentos, la generosidad que mostraban entre sí al

unir su mente, su espíritu y sus cuerpos, y sentía un pinchazo de envidia

ante la pura alegría sin ambages de esos intérpretes en tan fuerte contraste

con el camino político por el que yo había optado.

En cuanto a los conciertos, eran absolutamente electrizantes: aún

recuerdo a Bob Dylan con su guitarra, acompañado por un bajo y un piano,

reinterpretando con dulzura «The Times They Are a-Changin’». Cuando

terminaron bajó del escenario, me dio la mano, le dedicó una pequeña

sonrisa y una reverencia a Michelle, y desapareció sin decir una palabra.

Recuerdo a un joven dramaturgo de origen portorriqueño llamado Lin-

Manuel Miranda, quien nos dijo en la sesión de fotos antes de una noche de

poesía y música que tenía planeado cantar por primera vez lo que esperaba

que fuera un musical de hip hop sobre la vida del primer secretario del

Tesoro estadounidense, Alexander Hamilton. Le animamos con educación,

aunque con cierto escepticismo en nuestro interior, hasta que subió al

escenario y empezó el ritmo y el público se volvió absolutamente loco.

Y hubo una ocasión también en que Paul McCartney le dio una serenata a

mi mujer cantándole «Michelle». Ella se rio, un poco avergonzada, el resto

del público aplaudió y yo me pregunté qué habrían dicho los padres de

Michelle en 1965, el año en que salió aquella canción, si alguien hubiese

llamado a la puerta de su casa de South Side y les hubiese dicho que

llegaría el día en que el Beatle que había escrito ese tema se lo cantaría a su

hija sobre un escenario en la Casa Blanca.

A Michelle le encantaban aquellos conciertos tanto como a mí. Aunque

sospecho que ella habría preferido asistir como invitada, más que como

anfitriona. En principio tenía todos los motivos del mundo para sentirse

bien con la forma en que se había adaptado a nuestra nueva vida: nuestras

hijas parecían felices; se había hecho con rapidez un nuevo círculo de

amigos, muchas de ellas madres de las compañeras de clase de Malia y

Sasha; y tenía un poco más de flexibilidad que yo para salir del complejo de

la Casa Blanca sin que nadie se diera cuenta. Su iniciativa para acabar con

la obesidad infantil, llamada ¡Movámonos!, había sido bien recibida y ya

mostraba resultados significativos; y en colaboración con Jill Biden estaba a

punto de lanzar una nueva iniciativa, llamada Uniendo Fuerzas, que tenía la

intención de ofrecer apoyo a las familias del ejército. En todos los lugares

donde aparecía en público, tanto si era para visitar una escuela pública o

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