07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

estaba desmarcado, corría para atacar y me dejaba llevar por el flujo de la

camaradería de la competición.

Aquellos partidos improvisados representaban una continuidad para mí,

un ancla a mi viejo yo, y cuando mi equipo ganaba al de Reggie, me

aseguraba de restregárselo toda la semana. Pero el placer que obtenía

jugando al baloncesto no era nada comparado con la emoción —y la tensión

— de vitorear al equipo de Sasha de cuarto grado.

Se hacían llamar Las Víboras (felicitaciones a quien se le ocurriera el

nombre) y todos los sábados por la mañana durante la temporada Michelle

y yo íbamos a un pequeño parque público de Maryland y nos sentábamos en

las gradas junto al resto de las familias, apoyándolas ruidosamente cada vez

que una de las niñas estaba ni que fuese un poco cerca de meter canasta,

recordándole a gritos a Sasha que buscara el rebote o bajara a defender, y

tratando de hacer lo posible para no convertirnos en «uno de esos padres»

que gritan al árbitro. Maisy Biden, la nieta de Joe y una de las mejores

amigas de Sasha, era la estrella del equipo, pero para la mayoría de las

chicas era su primera experiencia en un equipo de baloncesto organizado.

Parece que lo mismo se podía decir de los entrenadores, una pareja joven

que enseñaba en Sidwell y que, según reconocían ellos mismos, tampoco

consideraban el baloncesto su deporte favorito. Después de presenciar un

par de adorables pero caóticos primeros partidos, Reggie y yo nos

encargamos de diseñar unas jugadas y nos presentamos como voluntarios

para dirigir un par de entrenamientos informales los domingos por la tarde

con el equipo. Trabajamos en lo básico (driblar, pasar la pelota, asegurarse

de que se habían atado bien los cordones antes de entrar en la cancha) y

aunque Reggie a veces se ponía un poco intenso durante los entrenamientos

(«¡Paige, no dejes que Isabel haga eso!»), las niñas parecían pasárselo bien

como nosotros. Cuando Las Víboras ganaron el campeonato de liga en un

tenso 18-16, Reggie y yo lo celebramos como si fuese la final de la

Asociación Nacional Deportiva Universitaria.

Supongo que todos los padres disfrutan de esos momentos, cuando el

mundo se detiene; tus preocupaciones se van al fondo de la cabeza y lo

único que te importa es estar presente, con todos tus sentidos, para

presenciar el milagro del crecimiento de tu hija. Considerando todo el

tiempo que me había perdido de la vida de las niñas durante los años de la

campaña y las sesiones legislativas, valoraba esas «cosas de padre» mucho

más. Aunque, como es lógico, ya nada de nuestra vida era completamente

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!