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Una-tierra-prometida (1)

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estadounidense empezara a crecer de nuevo, la Unión Europea seguía

empantanada en la recesión, con sus bancos en una situación delicada, sus

industrias más importantes aún en vías de recuperación de la enorme caída

del comercio global, y con una tasa de desempleo que en algunos países

llegaba hasta el 20 por ciento. Los europeos no tenían que luchar con el

repentino desmoronamiento del sector inmobiliario como en nuestro caso, y

sus redes de seguridad, más generosas, ayudaron a amortiguar el impacto de

la recesión en la población más vulnerable. Por otra parte, la combinación

de mayor gasto de los servicios públicos, la reducción de los ingresos

fiscales y los continuos rescates bancarios generaron una fuerte presión en

los presupuestos públicos. A diferencia de Estados Unidos —que podía

financiar sin muchos costes los crecientes déficits incluso en una crisis, y

donde los inversores reacios al riesgo se apresuraban a comprar nuestras

letras del Tesoro—, países como Portugal, Grecia, Italia y España se vieron

cada vez con más dificultades para conseguir financiación. A su vez,

aquello produjo déficits presupuestarios, generó la necesidad de préstamos

adicionales a tasas de interés cada vez más altas y agitó aún más los

mercados financieros.

No podíamos permitirnos ser observadores pasivos. Los problemas

europeos suponían una traba significativa para la recuperación

estadounidense: la Unión Europea era, al fin y al cabo, nuestro mayor socio

comercial, y tanto los mercados financieros europeos como el

estadounidense iban prácticamente de la mano. Por ese motivo, Tim y yo

nos pasamos la mayor parte de 2009 urgiendo a los líderes europeos a que

emprendieran políticas más ambiciosas para enderezar sus economías. Les

recomendamos arreglar las cuentas de sus bancos de una vez por todas (el

test de estrés que los reguladores de la Unión Europea habían aplicado a sus

instituciones financieras era tan descuidado que dos bancos irlandeses

necesitaron rescates del Gobierno solo un par de meses después de que los

reguladores los hubiesen avalado como sólidos). Presionamos a las

naciones de la Unión Europea con balances más robustos para que iniciaran

políticas de estímulos parecidas a las nuestras, que permitieran arrancar las

inversiones y un aumento de la demanda en todo el continente.

No conseguimos absolutamente nada. A pesar de ser liberales, según

patrones estadounidenses, las mayores economías de Europa estaban casi en

su totalidad en manos de gobiernos de centroderecha, elegidos más gracias

a la promesa de unos presupuestos equilibrados y reformas de libre mercado

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