07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

épica y la deshonestidad en los consejos de administración o en la bolsa

eran actos menos censurables que el robo de un adolescente en una tienda; y

que fueran cuales fuesen los méritos económicos del TARP o los motivos

tras las decisiones del Departamento de Justicia de no presentar cargos

penales, todo el asunto apestaba a una injusticia descarada.

«¿Dónde está mi rescate?» siguió siendo un estribillo popular. Mi

peluquero me preguntaba por qué ningún ejecutivo bancario había ido a la

cárcel y también me lo preguntaba mi suegra. Los defensores de la vivienda

me preguntaban por qué los bancos habían recibido cientos de miles de

millones de los fondos del TARP mientras solo una pequeña cantidad de esa

suma se iba a dedicar directamente a que los propietarios en riesgo no

sufrieran una ejecución de hipoteca. Nuestra respuesta —que, dado el

tamaño del mercado inmobiliario estadounidense, incluso un programa tan

grande como el TARP habría tenido un efecto meramente nominal en la tasa

de ejecuciones, y que cualquier dinero adicional que consiguiéramos del

Congreso era mucho más efectivo en la creación de empleo— sonaba

despiadada y poco convincente, sobre todo cuando los programas que

habíamos establecido para ayudar a los propietarios a refinanciar o

modificar sus hipotecas se veían tristemente pobres con respecto a las

expectativas.

Deseoso de librarse de esa furia popular, o al menos de salir de la línea de

fuego, el Congreso organizó múltiples comités control, en que demócratas y

republicanos se turnaban para denunciar a los bancos, cuestionar las

decisiones de los reguladores y echarle toda la culpa posible al partido

contrario. En 2008 el Senado había designado a un inspector general para

que vigilara el TARP, un exfiscal llamado Neil Barofsky que sabía poco

sobre finanzas pero tenía un talento especial para generar titulares

extraordinarios y oponerse con gran celo a nuestras decisiones. Cuanto más

nos alejábamos de la posibilidad de un colapso financiero, más cuestionaba

todo el mundo si el TARP había sido necesario. Y como ahora estábamos al

mando, con frecuencia eran Tim y otros miembros de mi Administración

quienes tenían en las manos la patata caliente, defendiendo lo

aparentemente indefendible.

Los republicanos no se arredraron a la hora de aprovecharse de la

situación y sugirieron que el TARP siempre había sido una idea de los

demócratas. Todos los días lanzaban panfletos en contra de la Ley de

Recuperación y el resto de nuestras políticas económicas, insistiendo en que

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!