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Una-tierra-prometida (1)

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apoyasen un proyecto de ley al que se oponían radicalmente la mayoría de

sus votantes, y con el que Mitch McConnell había jurado que acabaría.

Al menos en un principio, creímos que nuestra apuesta más segura era el

hombre al que había vencido en la carrera presidencial. Durante su

campaña, John McCain había minimizado su apoyo a la legislación sobre

cambio climático, en particular tras elegir como candidata a vicepresidenta

a una mujer cuya política energética —»¡A perforar, a perforar!»— resultó

ser tan del agrado de los votantes republicanos. Pero hay que reconocer que

McCain nunca había abandonado por completo la posición que había

defendido tiempo atrás durante su carrera en el Senado, y aprovechando el

(muy) breve periodo de gracia inmediatamente posterior a las elecciones, él

y yo habíamos comentado la posibilidad de trabajar juntos para conseguir la

aprobación de un proyecto de ley sobre el clima. Más o menos cuando juré

mi cargo, se supo que McCain había unido sus fuerzas con su mejor amigo

en el Senado, Joe Lieberman, para presentar una alternativa bipartidista a la

legislación, más progresista, que proponía Barbara Boxer, la demócrata de

California que presidía el Comité sobre Medioambiente y Obras Públicas.

Por desgracia, en los círculos republicanos los acuerdos bipartidistas de

marca McCain estaban completamente desfasados. Los derechistas lo

despreciaban más que nunca, y achacaban a su falta de convicción

conservadora las derrotas republicanas en la Cámara y el Senado. A finales

de enero de 2009, un excongresista y locutor de radio de derechas llamado

J. D. Hayworth dejó caer la posibilidad de enfrentarse a McCain en las

primarias republicanas de Arizona el año siguiente, el primer desafío serio

al que se enfrentaba McCain desde su llegada al Senado veintidós años

antes. Imagino que la mera indignidad de la situación haría que le hirviese

la sangre, pero como animal político que era, McCain sabía que debía

cubrir cuanto antes su flanco derecho, y colaborar conmigo en una

importante iniciativa legislativa medioambiental desde luego no ayudaría a

hacerlo. Enseguida supimos, por el equipo de Lieberman, que McCain

retiraba su apoyo al proyecto de ley.

Al mismo tiempo, ni un solo republicano de la Cámara se planteó

siquiera la posibilidad de participar en el respaldo de la legislación sobre el

clima. Lo cual dejó a los dos demócratas de alto rango en el comité

competente, Henry Waxman, de California, y Ed Markey, de Massachusetts,

encantados con la idea de redactar un proyecto de ley por su cuenta y

aprobarlo únicamente con los votos demócratas. A corto plazo, eso nos

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