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Una-tierra-prometida (1)

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De aproximadamente ochocientos mil millones de dólares de estímulo

disponibles, destinamos más de noventa mil millones a iniciativas de

energía limpia en distintos puntos del país. Al cabo de un año, una planta de

Maytag en Iowa que había visitado durante la campaña y que había tenido

que cerrar debido a la recesión estaba de nuevo a pleno rendimiento

fabricando turbinas eólicas de última generación. Financiamos la

construcción de una de las granjas eólicas más grandes del mundo.

Costeamos el desarrollo de nuevos sistemas de almacenamiento de energía

en baterías y estimulamos el mercado de los camiones, autobuses y coches

eléctricos e híbridos. Financiamos programas para mejorar la eficiencia

energética de edificios y empresas, y colaboramos con el Tesoro para

convertir de forma temporal el ya existente crédito federal a las energías

limpias en un programa de pagos directos. En el Departamento de Energía,

utilizamos dinero de la Ley de Recuperación para lanzar la Agencia de

Proyectos de Investigación Avanzados-Energía, un programa de

investigación de alto riesgo y elevada recompensa inspirado en la Agencia

de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa, el célebre proyecto

que el Departamento de Defensa lanzó después del satélite Sputnik y que

contribuyó al desarrollo no solo de sistemas armamentísticos avanzados,

como las tecnologías de invisibilidad, sino también de una versión

primigenia de internet, de las tecnologías de activación por voz y del GPS.

Eran proyectos ilusionantes, aunque nuestra búsqueda de avances

revolucionarios en el campo de la energía prácticamente garantizaba que

algunas de las inversiones de la Ley de Recuperación no llegarían a buen

puerto. El fracaso más destacado tuvo que ver con la decisión de ampliar un

programa de préstamos del Departamento de Energía puesto en marcha

durante la Administración Bush que ofrecía capital circulante a largo plazo

a empresas prometedoras de energías limpias. En su totalidad, el Programa

de Garantía de Préstamos del Departamento de Energía acumuló un

historial impresionante, y ayudó a compañías innovadoras como el

fabricante de automóviles Tesla a dar un salto de nivel en su negocio. La

tasa de impagos en sus préstamos fue de un escaso 3 por ciento, y la idea

era que los éxitos de financiación compensarían sobradamente su puñado de

fracasos.

Por desgracia, uno de los impagos más cuantiosos ocurrió durante mi

mandato: un exorbitante préstamo de 535 millones de dólares a una

compañía de paneles solares llamada Solyndra. La empresa había patentado

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