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Una-tierra-prometida (1)

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comprometió a las sanciones, pero a juzgar por el cambio en su expresión

corporal y por la furiosa manera en que sus ministros tomaban nota, no se le

escapó la seriedad de nuestro mensaje sobre Irán.

Al día siguiente repetí el mismo enfoque contundente sobre las

cuestiones comerciales cuando me reuní con el primer ministro Wen Jiabao,

quien, a pesar de ostentar un título menor al de presidente, era el encargado

de tomar las decisiones claves en materia económica china. A diferencia del

presidente Hu, Wen parecía sentirse cómodo intercambiando puntos de vista

de forma improvisada; fue muy directo en su defensa de sus políticas

comerciales: «Tiene que entender, señor presidente, que más allá de lo que

vea en Shangai o Pekín, seguimos siendo un país en vías de desarrollo —

dijo—. Un tercio de nuestra población todavía vive en una pobreza

absoluta, más personas que las de todo Estados Unidos. No puede esperar

que adoptemos las mismas políticas que se aplican a una economía tan

avanzada como la suya».

Tenía razón: a pesar del notable progreso de su país, la familia china

promedio —sobre todo fuera de las ciudades principales— seguía teniendo

un ingreso menor a la mayoría de las familias estadounidenses, excepto las

muy pobres. Intenté ponerme en la posición de Wen, tener que integrar una

economía entre la era de la información y el feudalismo, mientras generaba

los suficientes puestos de trabajo para cubrir las demandas de una población

del tamaño de América del Norte y del Sur juntas. Habría empatizado mejor

si no hubiera sabido que los altos cargos del Partido Comunista —incluido

Wen— tenían la costumbre de otorgar contratos y licencias del Estado a

miembros de sus familias y de desviar miles de millones a cuentas en

paraísos fiscales.

Tal y como estaban las cosas, le dije a Wen que, dado el enorme

desequilibrio comercial entre nuestros países, Estados Unidos no podía

seguir pasando por alto la actual manipulación de la moneda china y otras

prácticas desleales. O China empezaba a cambiar su actitud o nosotros

íbamos a tener que tomar medidas de represalia. Al oír esto, Wen intentó

otra táctica, insinuó que le entregase una lista de productos estadounidenses

que quisiéramos que China comprara más y que él vería qué podía hacer.

(Estaba especialmente inclinado en incluir productos militares y de

tecnología punta que Estados Unidos había prohibido exportar a China por

seguridad.) Le dije que necesitábamos una solución estructural, no

concesiones parciales, y en el tira y afloja, sentí como si estuviera

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