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Una-tierra-prometida (1)

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una alternativa viable al liberalismo occidental en la mente de la gente

joven no solo en Shangai, sino también en los países en vías de desarrollo.

Saber cuál de esas visiones aceptarían en última instancia podría ayudar a

determinar la geopolítica del próximo siglo, y me marché del encuentro con

los estudiantes plenamente consciente de que convencer a esa nueva

generación dependía de mi habilidad para demostrar que el sistema

democrático estadounidense pluralista y basado en derechos, aún podía

cumplir su promesa de una vida mejor.

Pekín no era tan llamativa como Shangai, aunque cuando salimos del

aeropuerto atravesamos lo que parecían más de treinta kilómetros de

rascacielos recién construidos, como si hubiesen levantado diez Manhattan

de la noche a la mañana. Cuando llegamos al centro de la ciudad, los

distritos de negocios y las zonas residenciales cedieron el paso a edificios

gubernamentales y a imponentes monumentos. Como era habitual, mi

reunión con el presidente Hu fue soporífera: con independencia del tema

que fuera a tratar, le gustaba leer un voluminoso montón de notas

preparadas, deteniéndose de vez en cuando para una traducción al inglés

que parecía haber sido redactada de antemano y que, por algún motivo,

siempre era más larga que la declaración original. Cuando llegaba mi turno,

él revolvía entre sus papeles buscando la respuesta que le habían preparado

sus asistentes. Los esfuerzos por romper la monotonía con anécdotas

personales o chistes ocasionales («Necesito el nombre de tu contratista», le

dije cuando me enteré de que el enorme Gran Salón del Pueblo, con sus

columnas, había sido construido en menos de un año), por lo general

acababan en una mirada ausente y en más de una ocasión me sentí tentado

de sugerir que nos podíamos ahorrar mucho tiempo si sencillamente

intercambiábamos documentos y cada uno los leía en su tiempo libre.

Aun así, el tiempo que pasé con el presidente Hu me dio la oportunidad

de exponer con claridad las prioridades de Estados Unidos: la gestión de la

crisis económica y del programa nuclear de Corea del Norte, la necesidad

de resolver pacíficamente las disputas marítimas en el mar del Sur de

China, la forma en que trataban a los chinos disidentes y nuestra voluntad

de aumentar las sanciones contra Irán. En este último punto, apelé a los

propios intereses chinos, advirtiendo que sin una acción diplomática

significativa, nosotros o los israelíes podíamos vernos forzados a disparar

contra las instalaciones iraníes, con unas consecuencias mucho peores para

el suministro de petróleo chino. Como era de esperar, Hu no se

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