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Una-tierra-prometida (1)

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Siria hacían sus maniobras para conseguir un asiento en el Consejo de

Derechos Humanos de la ONU. Para el Partido Republicano, dicha

organización se convirtió en el símbolo de un nefasto globalismo

internacionalista. Los progresistas se quejaban por su impotencia ante la

injusticia.

Aun así, a pesar de sus defectos, yo seguía convencido de que la ONU

cumplía una función vital. Los informes y las constataciones de la ONU

podían a veces avergonzar a los países para que mejoraran su

comportamiento y fortalecieran las normativas internacionales. Porque

gracias al trabajo de mediación y pacificación de la ONU se pactaron altos

al fuego, se evitaron conflictos y se salvaron vidas. La ONU desempeñó un

importante papel en que más de ochenta antiguas colonias se convirtieran

en naciones soberanas. Sus organismos ayudaron a que decenas de millones

de personas salieran de la pobreza, erradicaron la viruela y casi acabaron

con la polio y el gusano de Guinea. Siempre que caminaba por las

instalaciones de la ONU —con mis agentes del Servicio Secreto apartando

a los grupos de diplomáticos y asesores que normalmente deambulaban por

los amplios y alfombrados pasillos en busca de un apretón de manos o un

saludo, sus rasgos un reflejo de todos los aspectos y colores de la familia

humana— me recordaba que en aquel edificio había decenas de hombres y

mujeres luchando a contracorriente a diario, convenciendo a los gobiernos

para que implementaran programas de vacunación y escuelas para niños

pobres, uniendo al mundo para detener la matanza de un grupo minoritario

o el tráfico de mujeres jóvenes. Hombres y mujeres que habían fijado su

vida al mismo ideal al que mi madre había anclado la suya, un ideal

reflejado en unos versos bordados en el tapiz que colgaba en la sala

principal bajo la gran cúpula:

Los seres humanos son miembros de un todo

en la creación de una esencia y un alma.

Ben me informó de que los versos los había escrito Saadi, un poeta persa

del siglo XIII , una de las personalidades más queridas de la cultura iraní.

Algo que nos pareció irónico, dada la cantidad de tiempo que pasamos en la

AGNU tratando de frenar el desarrollo de armas nucleares de Irán. Al

parecer, ni Jamenei, ni Ahmadineyad compartían la sensibilidad del poeta.

Después de rechazar mi oferta para entablar conversaciones bilaterales,

Irán no mostró signos de frenar su programa nuclear. Sus negociadores

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