07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Tras treinta minutos de lo que se suponía que iba a ser una reunión de

una hora, mi equipo empezó a mirar el reloj, pero yo decidí no

interrumpirle. Parecía evidente que Putin había ensayado todo aquello, pero

su sentimiento de agravio era real. Sabía también que mi progreso con

Medvédev dependía de contenerlo a él. Después de unos cuarenta y cinco

minutos se quedó sin material, y en vez de seguir con el cronograma de la

visita, comencé a responderle punto por punto. Le recordé que yo me había

opuesto a la guerra de Irak, pero también que rechazaba las acciones de

Rusia en Georgia, y le dije que creía que todas las naciones tenían el

derecho de decidir sus propias alianzas y relaciones económicas sin

interferencias. Le rebatí la idea de que un sistema de defensa limitado

diseñado para la protección frente a un posible lanzamiento de misiles

iraníes podría tener algún impacto sobre el poderoso arsenal nuclear de

Rusia, pero también le relaté mi intención de revisar el plan de defensa

antimisiles en Europa antes de dar más pasos adelante. Y en cuanto a

nuestra propuesta de reinicio, el objetivo no era eliminar todas las

diferencias entre nuestras dos naciones, le expliqué, sino dejar atrás las

costumbres de la Guerra Fría y establecer una relación realista y madura

que pudiera hacerse cargo de esas diferencias y aprovechar nuestros

intereses compartidos.

Por momentos la conversación se volvió tensa, sobre todo respecto al

tema de Irán. Putin despreció mi preocupación por el programa nuclear de

Irán y se enfureció ante mi propuesta de que suspendiera una venta

pendiente al régimen de un poderoso sistema de misiles S-300 tierra-aire de

diseño ruso. Me dijo que el sistema era puramente defensivo, y añadió que

incumplir un contrato por valor de ochocientos millones de dólares pondría

en riesgo tanto un negocio ventajoso como la reputación de Rusia como

fabricante de armas. Pero la mayor parte del tiempo escuchó con atención y,

hacia el final de lo que había sido un maratón de dos horas, se mostró

abierto, si no entusiasta, a ese intento de reinicio.

«Evidentemente, para todas esas cuestiones, tendrá que trabajar con

Dmitri —me dijo Putin mientras me acompañaba hacia mi comitiva—.

Todo esto es ahora decisión suya.» Nos miramos a los ojos al darnos la

mano, ambos sabíamos que la declaración que acababa de hacer era más

bien dudosa, pero al menos por ahora era lo más parecido a un respaldo que

podía lograr.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!