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Una-tierra-prometida (1)

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emigrar. Con su base ideológica cercenada, la que en su día había sido la

brillante promesa de una unión de trabajadores para librarse de sus cadenas,

con Putin se había convertido en una Rusia aislada y temerosa de los

extraños, a la que tal vez se podía temer, pero no emular.

Pensé que había sido ese vacío entre la realidad de la Rusia moderna y la

insistencia de Putin en su estatus de superpotencia lo que había promovido

unas relaciones exteriores cada vez más agresivas. Buena parte de esa ira

estaba dirigida contra nosotros: en sus declaraciones públicas, Putin se

había vuelto bruscamente crítico con la política estadounidense. Cuando las

iniciativas de Estados Unidos llegaban al Consejo de Seguridad de

Naciones Unidas, se aseguraba de que Rusia las bloqueara o las diluyera,

sobre todo las relativas a los derechos humanos. Más significativos fueron

sus crecientes esfuerzos para prevenir que los países del antiguo bloque

soviético se liberasen de la órbita rusa. Nuestros diplomáticos recibían

constantemente quejas de los vecinos de Rusia sobre casos de intimidación,

presión económica, campañas de desinformación, manipulaciones

electorales encubiertas, contribuciones a los candidatos prorrusos o

sobornos directos. En el caso de Ucrania, se había producido el misterioso

envenenamiento de Viktor Yuschenko, un activista reformista que había

llegado a presidente y al que Moscú se había opuesto. Y también estaba, por

supuesto, la invasión de Georgia durante el verano de 2008.

Resultaba difícil saber hasta dónde pensaba llegar Rusia por aquel

peligroso camino. Putin ya no era el presidente de Rusia: a pesar de

dominar los sondeos, debido a que Rusia prohibía tres mandatos

presidenciales seguidos, había intercambiado el puesto con Dmitri

Medvédev, su anterior segundo, quien tras ser proclamado presidente en

2008 se apresuró a nombrar a Putin como primer ministro. El consenso

entre los analistas era que Medvédev se limitaba a mantenerle la silla

caliente hasta el 2012, año en que Putin podría presentarse de nuevo. Aun

así, la decisión de este no solo de ceder el cargo sino de promover a un

hombre joven con una reputación relativamente liberal y una perspectiva

prooccidental indicaban que al menos le preocupaban las apariencias.

Incluso sugería la posibilidad de que Putin abandonara un cargo político y

se asentara en un papel de persona influyente o viejo jefe de Estado,

permitiendo a nueva generación de líderes que pusiera de nuevo a Rusia

rumbo a una democracia moderna y legal.

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